IX

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El día de las maldiciones.

—¿Qué?
—Dije que estás derramando la limonada

Bajé la mirada, esperando que todo fuera una alucinación y yo no estuviera haciendo el ridículo en frente de Reyes, quien por cierto aguantaba una carcajada.

Maldita sea mi suerte, maldito sea el gobierno argentino, maldita sea la limonada, maldito sea Messi por fallar el  penalti.

Dejé la jarra de limonada a un lado y tomé todas las servilletas que vi para ponerlas sobre el charco de limonada en la encimera de la cocina.

Cuando me di cuenta, Cala estaba llorando de la risa en el suelo y yo tenía la cocina apestando a cítrico.

—¡Esto no es gracioso!—exclamé avergonzada

Cala se irguió, sentándose como indio, mientras se limpiaba las pequeñas lágrimas que aún estaban en sus castaños ojos.

—Perdóname, no me reía así hacía tiempo—luego se levantó y se acercó a mí. Yo me tensé nerviosa—¿Quieres que te ayude a limpiar, Palacios?

—No.. Solo hagamos el trabajo. Siéntate, te llevaré algo de beber que no termine en desastre

Ella soltó una leve risita.

—Gracias, que buena anfitriona

Se alejó y se sentó en el comedor, solté el aire que retenía sin darme cuenta y llené otro vaso de limonada con un tazón lleno de frituras.

Cuando ella vió la papitas, me miró con cautela.

—¿Son para ti?—preguntó
—¿Qué dices? Son para ambas—Respondí
—Perdón, yo no puedo comer eso... Quiero decir, no me gustan

Levanté una ceja.

—Pero el año pasado las comías muy a gusto, por eso las comp...

Mierda

Ella me miró, evitando sonreír.

—Hagamos el trabajo y ya—Dejé las cosas en la mesa de golpe y me senté

Reyes comenzó a escribir, y juro que en está ocasión hice lo posible por ayudarle, pero en serio es muy difícil entablar una conversación con ella cuando no sé que le gusta. Dada una media hora, Cala se levantó para ir al baño y yo quedé en un glacial silencio en todo el comedor.

Entonces el celular de Reyes comenzó a sonar. Era un IPhone, y tenía el tono predeterminado.

Pero la pantalla se encendió y pude ver el fondo.

Era una fotografía de ella, junto con Noa y Hugo. Él aún tenía esas gafas azules de marco grueso y las pecas de la rubia eran abundante.
En la foto estaba la "vieja" Reyes. Esa con pelo corto y grandes mejillas. Bajita y soñadora.
Ella no me había atraído en lo más mínimo en su momento. Pero ahora que volvía a ver ese antiguo rostro...

Reyes siempre fue bonita.

Solo adelgazó, pero ella siempre fue bonita.

Nunca me había dado cuenta.

Dejando de lado la foto -que me hacía sentir culpable la verdad- La llamada se terminó y pude ver quién era el remitente.

Decía "♡Maxine♡"

Un momento.

¿Por
Qué
Esta
Entre
Corazones?

Sentí una presión molesta en el pecho.
No eran celos. No, no, no, ¿Por qué lo serían? No es que me importe como agregué Reyes a la gente en su celular.

Puede ponerle corazones a quién quiera.

.
.
.

¿Cómo me tendrá agregada a mí?

¡Oh vamos, me da completamente igual!

No, no lo hace.

Quizá si no demoró demasiado...

Rápidamente, tomé el teléfono de Cala y rezando para que no tuviera contraseña toqué el botón del centro. Se desbloqueó al instante.

El fondo de pantalla era rosa pastel, tan claro que a penas se diferenciaba del blanco con un pequeño durazno. Fuí a contactos y--

—Palacios, ¿Eso que sonó fue m...? ¿Qué se supone que estád haciendo?

Maldita sea, ¿Por qué a mí?









Maldita sea, ¿Por qué a mí?

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–Fxckrxccxn

𝕸𝖊𝖓𝖙𝖊 𝕯𝖊 𝕮𝖗𝖎𝖘𝖙𝖆𝖑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora