IV

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—Os voy a enseñar— sentenció el nonno colocando sus manos sobre la mesa con firmeza, con esa elegancia siciliana que solía caracterizarlo

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—Os voy a enseñar— sentenció el nonno colocando sus manos sobre la mesa con firmeza, con esa elegancia siciliana que solía caracterizarlo.

La sala se encontraba totalmente vacía, mis padres habían salido y Celeste no estaba en casa, solo nos encontrábamos presentes Gabriel y yo en aquel despacho que mi abuelo había empleado para citarnos.

Tanto mi mejor amigo como yo estábamos confusos, algo asustados quizás, nadie podía culparnos, eramos unos pobres e inocentes chicos que aún no estaban apenas familiarizados con aquello que hoy tan natural nos resultaba. Tomémonos un momento para admirar a mi adorable yo del pasado, ese que creía en el amor y era feliz, ese que era tan inocente que solo al verlo dolía pensar el daño que le iba a hacer la vida.

Gabriel fue el primero en hablar, expresando la incertidumbre que a ambos nos reconcomía, haciendo un nudo de nervios y adrenalina en el estómago que ni el más hábil con las cuerdas podría deshacer.

—¿Enseñar a qué...?¿A jugar al póker? Yo necesito aprender de usted a jugar al póker— preguntó, de la forma más natural del mundo, cosa habitual entre ellos ya que él era su padrino.

—No, esta vez no es nada de eso— su voz seria nos obligó a estirarnos en nuestros asientos y poner una pose más formal, como si estuviéramos en una entrevista de trabajo, cosa que bueno, no era del todo errónea, aunque podría decirse que ya teníamos el puesto asegurado. —Os voy a enseñar el negocio familiar— finalizó, y por primera vez, supe que hablaba más en serio que nunca.

—¿Por qué esto tan repentinamente?¿Es por la amenaza?— esta vez fui yo quien interrumpió, lo que provocó que mi abuelo me apuntase con su bastón en una expresión de reproche.

—Norma número uno, no hagas preguntas y menos si no estás seguro de si te gustaría oír la respuesta— dijo levantándose de la silla y colocándose la americana negra de la que nunca se separaba.— Nos vamos, os quiero vestidos de negro en la entrada dentro de cinco minutos, hoy vais a salir como niños, cierto es, pero cuando acabe con vosotros vais a regresar como hombres.

Una frase muy de película la suya, "vais a regresar como hombres", no me digáis que no es digno de un libro. Bien, pues lo cierto es que mi abuelo sí que había sacado aquella frase del inmenso mundo de la ficción que al parecer tanto amaba.

Dressed In Black © [PAUSADA TEMPORALMENTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora