VII

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—Tenemos que llamar a la policía— me instó Selene ante el nerviosismo que el cadáver le provocaba

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—Tenemos que llamar a la policía— me instó Selene ante el nerviosismo que el cadáver le provocaba.

—No— negué— la policía no va ayudarnos para nada, solo van a echar más leña al fuego en los cargos de mi familia.

—¿Y qué vamos a hacer?— mi amiga caminaba en círculos con un nerviosismo que solo servía para acrecentar mi propia ansiedad, haciéndome sentir medio ahogado, como si estuviera en una sala que poco a poco se llenaba de agua. Me veía en la cárcel, encerrado para siempre, atrapado por un accidente.

Las nauseas amenazaban con salir al exterior y mi hombro dolía como si le estuvieran dando pinchazos una y otra vez, como si lo taladraran. Sentía ese ardor en mi brazo por el golpe anterior y ese miedo por ser descubierto que me llenaba de nervios.

Me sobé la sien con frustración y me levanté de golpe, sintiendo la mirada de Selene directamente sobre mí, esperando una respuesta que yo no podía darle, o al menos no ahora mismo. Ni siquiera yo tenía alguna idea de como deshacerse de un cadáver, mi abuelo aún no me había instruido en ese tipo de ejercicios.

Entonces mi mente hizo click.

Mi abuelo, ahí estaba la clave.

Tomé el teléfono y marqué su número a toda prisa, alarmado pero con la mente fría, trabajando a toda velocidad. No debían pillarme, no podían, debía protegernos a mí y a mi familia, además de por supuesto a Selene. Escuché como el teléfono daba la llamada, un pitido, dos. Mi mirada expectante chocó con la de Selene, que me miraba triste y aterrada, esa noche los monstruos se la habían llevado y yo la había rescatado de sus garras. Ahí fue cuando supe que lo que había hecho estaba bien, que no debía arrepentirme.

Suspiré aliviado al escuchar la voz de mi abuelo, que me preguntaba si estaba bien, preocupado, alarmado por la hora a la que lo había llamado, las dos de la mañana.

—¿Estás bien, Alessandro? ¿Ha pasado algo?— su voz trataba de sonar tranquila pero se veía aterrorizada pese a que tratara de ocultarlo.

—Necesito que vengas a un sitio... es importante— me negué a dar más detalles, al menos por teléfono. Nunca se estaba seguro de quién podía estar escuchando y yo me negaba en rotundo a arriesgarme, estaba demasiado asustado. —Estoy en la discoteca Oak— dije, señalando el nombre de aquel club tan exclusivo al que todos los famosos iban cuando pasaban por Nueva York, ese lugar al que yo solo podía acceder por obvias razones. La primera, porque tenía un carnet falso, y la segunda, porque era rico.

Dressed In Black © [PAUSADA TEMPORALMENTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora