Capítulo 6.

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Capítulo 6.

Katie.

Mi familia y pequeño círculo de amigos me acusa de ser una romántica empedernida, de no poder controlar mis sentimientos y de dejarme llevar siempre por ellos al tomar mis decisiones. Sin embargo, mi último matrimonio me ha hecho ver las cosas de otra manera, me enseñó la traición y la deslealtad, me mostró que una persona un día puede verte con ojos de amor y al otro día, con los mismos ojos, te miente de manera muy cruel, viéndote fijamente.

En ese momento sentí que olvidaba todo, de donde vengo y hacia dónde voy. Todo lo malo que me ha sucedido en la vida y todo lo malo que me puede llegar a suceder en algún momento. Fue una sensación similar a esos sueños en los que sientes que caes por un precipicio, o al subidón de adrenalina que tienes cuando te montas en una montaña rusa. Sus labios eran tan suaves que apenas sentí un ligero roce con los míos, era como si lo hiciera con la intención de tentarme. Me hizo desear más.

Yo, Katie Morgan, estaba besando a un desconocido que ya no lo era tanto. Seguramente si hubiese podido regresar un par de horas en el tiempo y decirme a mí misma que eso ocurriría, me reiría en mi cara.

Edward.

Durante mucho tiempo mi padre se ha encargado de moldear mi vida como mejor le parezca, tanto así que he olvidado cual fue la última decisión que tomé por mí mismo. La ropa, mi trabajo, mis relaciones, mis amistades, todas son un plan estratégico, piezas de un juego en donde mi padre siempre quiere salir ganador.

Besar a Katie puede que haya sido una decisión apresurada y algo estúpida si la analizo desde otro punto de vista. Pero quise dejarme llevar por mis instintos más primitivos, hacer caso a la vocecita de mi cabeza, que hace ya un tiempo tuve que callar para no arruinar mi reputación y la de mi padre.

Sus labios eran dulces y su aliento aun olía a menta, mezclado con el olor que desprendía su cuerpo, era una mezcla entre lavanda y vainilla, que aún no logro olvidar. Con cada beso, la tensión se intensificaba y por su respiración estaba seguro que ella deseaba más de mí. Era muy extraña, pero fascinante la forma en que Katie se desprendía de esa actitud tan cerrada y tímida, como ese beso significó dejar de ser desconocidos.

Katie.

El beso subía y subía de nivel, las respiraciones agitadas se mezclaban y sé que por un momento olvidamos que teníamos más de dos horas encerrados en un ascensor. Estaba sumergida en una nube de pensamientos positivos, donde no sabía que pasaría luego o que tan incómoda se torna la situación, pero sencillamente no me importaba en lo absoluto.

Recordé que tenía un par de brazos, al igual que un par de manos, así que los subí hasta su cuello y él colocó una de sus manos en mi cintura. Era una locura.

Posicionó la otra mano en mi muslo, justo en el borde de mi falda y entonces pasó.

Edward.

Un sentido muy fuerte interrumpió el momento que estábamos compartiendo tan amenamente. Eran las puertas del ascensor, que finalmente se abrieron. No tuvimos otra opción que detenernos y hacerle frente al ambiente tenso a continuación.

- Oh, por fin, recordaron que había personas encerradas aquí –Dijo Katie, intentado cortar la tensión con un par de tijeras afiladas.

- Sí... -Me tomó por sorpresa mi respuesta tan distante, salió sola.

- Bueno, Edward, ha sido un placer haberte conocido. Espero no te despidan de tu trabajo. Que tengas un buen día – Dijo mientras se bajaba el dobladillo de la falda que hace un par de segundos había empezado a toquetear, para luego tomar su cartera y largarse como si nada hubiese sucedido.

- Hasta luego, Katie –Alcancé a decir antes de que saliera por la puerta principal del edificio.

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