Capítulo 7.

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Katie.

¿Qué mierdas había acabado de suceder?

No sé qué me había descolocado más. El beso con Edward o la forma en que salí de allí huyendo como alma en pena.

Al instante en que salí del edificio me arrepentí, quise regresarme a pedirle su número o a comentarle algo en relación a lo que había pasado, pero me acobardé. Además, me iba a ver muy ridícula.

Entre pensamientos erráticos y maldiciones internas, me monté en mi auto a tropezones, encendí el reproductor y puse a un lado todo lo que había ocurrido. Ya tenía bastantes preocupaciones en mi vida como para agregar una más.

En unos minutos llegué a los tribunales, ideándome una excusa razonable para así explicar por qué carajos había llegado con tres horas de retraso a mi audiencia.

- Buenas tardes, mi nombre es Katie Morgan, tenía una audiencia pautada para el día de hoy –Le dije con el tono más dulce que pude sacar de mis entrañas a la secretaria malhumorada que estaba detrás del escritorio.

- Debe haber una confusión. La última audiencia con el Dr. Evans fue hace una hora –Me respondió sin dejar de mirar su computador.

- El asunto es que mi audiencia era hace aproximadamente tres horas... tuve un contratiempo y... -Empecé a explicar.

- Lo siento, pero la lista del Dr. Evans es muy larga, además ya se retiró hace unos minutos. No puedo hacer nada por usted, señorita – Dijo con un tono cortante.

- Disculpe, Sra... ¿Riggins? –Le dije achinando los ojos para intentar leer con claridad el nombre que aparecía en la pequeña placa que se encontraba en su chaleco ajustado al torso –Lo que sucede es que me quedé encerrada en un ascensor durante todo este tiempo... De verdad no tiene idea de lo mucho que necesito esta cita –La mujer no parecía inmutarse, así que continué –Estoy casada con un hombre que no me ama, llega todas las noches con un olor a perfume distinto, se ha vuelto tan descarado que ya ni se preocupa por darme excusas de su paradero. Acepto el divorcio si yo pagaba todos los gastos que conlleva el papeleo y estuve ahorrando durante meses para poder estar hoy aquí –.

No sé en qué momento empecé a llorar, pero había llamado la atención de la secretaria y comenzaba a verme con una mirada de preocupación o quizás lástima.

- Soy una persona infeliz, necesito divorciarme hoy de este hombre y acabar con mi pesadilla. Puede que no esté en sus manos hacer que el Dr. Evans regrese, pero ¿podrías hacer alguna otra cosa? No lo sé, quizás mover mi cita a mañana o redirigirme con otro juez. Se lo suplico –Le dije, dando así por finalizado mi discurso.

- Me temo que no puedo darle una cita tan pronto con el Dr. Evans –Maldición, esto no puede ir peor –Pero creo que puedo redirigirla con otro Juez que perdió sus últimas tres audiencias. Esperé un momento –Dijo levantando su dedo en señal de que aguardara, para luego tomar el teléfono y marcar una combinación de números que no logré visualizar- ¿Dr. Adams? Aquí tengo a una chica con un asunto de suma urgencia, ¿se encuentra disponible para tramitar un divorcio? –Unos segundos de espera muy incómodos que me generaron las ansias más insoportables de toda mi vida –Excelente, ya le digo –Dijo trancando el teléfono y dirigiéndose nuevamente a mí. La vi con ojos esperanzados, esperando buenas noticias –Señorita Morgan, vaya al despacho número 74, el Dr. Adams la atenderá en un momento –Dijo finalmente y le agradecí con una sonrisa gigantesca en mi rostro.

Hice una nota mental de que debía traerle quizás unas donas o algún obsequio a la secretaria por haberse apiadado de mí en tal situación de crisis.

Edward.

Salí del ascensor con las cajas en las manos y me fui a tomar un taxi, fue mala idea haber metido el carro en el taller justo ese día. Definitivamente fue un día de malas ideas.

Llegué a los tribunales rápidamente y me metí en mi oficina sin saludar a muchas personas. Todos me veían. Había olvidado que tenía el traje posiblemente arrugado, la corbata a medio hacer y un par de cajas encima. Nada elegante.

Puse las cajas a un lado de la puerta, luego las guardaría en el pequeño cuarto detrás de mi oficina, destinado a guardar los archivos, pero antes debías arreglar unos asuntos pendientes.

Llamé a mi secretaria y tuve que aguantar sus regaños por haber perdido las últimas tres audiencias pautadas para el día de hoy. Le tenía mucho cariño a la Sra. Riggins, esa una persona muy dulce y humilde, siempre estaba al pendiente de mí y no se le veían intenciones de arruinarme, por el contrario, hacia el papel de una madre para mí dentro de las paredes de los tribunales.

Posteriormente me dirigí a guardar las cajas en los archiveros para que no hicieran estorbo en mi oficina, luego que recuperara mi auto se las llevaría a Lily.

Justo en el momento que estaba acomodando las cajas sobre un estante sonó nuevamente el teléfono, era mi secretaria.

- ¿Dr. Adams? Aquí tengo a una chica con un asunto de suma urgencia, ¿se encuentra disponible para tramitar un divorcio? – Me preguntó. No suelo aceptar casos sin previa cita, pero algo dentro de mí hizo que aceptara. Además, ya había perdido tres audiencias, lo menos que podía hacer para no perder el día era tomarlo.

- Claro, no hay problema. Dile que se dirija a mi despacho, la atenderé en un momento –Respondí rápidamente, ya que había colocado mal las cajas en los estantes y una de ellas se había caído, ocasionando un ruido estrepitoso.

El teléfono de la Sra. Riggins tenía un problema y es que luego de trancarlo aun puedo escuchar un par de segundos más lo que dice. Logré escuchar muy lejos algo como, Señorita Morgan. Nada familiar.

Katie.

Fui rápidamente al despacho del Sr. Adams y aguardé unos segundos fuera hasta que una chica que se encontraba en la oficina de al lado me vio.

- Chica, toca la puerta y pasa –Dijo.

Así que eso hice.

Edward.

Escuché como tocaban la puerta y posteriormente pasaban. Seguramente era la chica con el asunto de suma urgencia.

- Tome asiento, en un momento la atiendo –Dije levantando un poco mi voz para que lograra escucharme.

Me tardé un par de minutos más, mientras me hacía correctamente el nudo de la corbata y me alisaba con las manos el traje, intentando desaparecer las arrugas grandes.

Katie.

Esa voz...

Edward.

Salí y allí estaba. Sentada con las piernas cruzadas y con esa hermosa falda que me sacaba de mis casillas.

Katie.

Se veía mucho mejor con la corbata atada correctamente. Se había peinado hacia atrás y le daba un aire mucho más serio.

Edward.

- Katie Morgan, es un placer verla nuevamente ¿en qué la puedo ayudar? –Le dije tranquilamente, sentándome en la silla detrás del escritorio.

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