7. PRIMERAS IMPRESIONES PARTE II

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DÍA DE ARIS

-¡Ay no! ¡Mi libreta nueva!
-¡Perdón, perdón! ¡Te compro otra!

-¡Qué bruto, Aristóteles!
-¡Ay, no me fijé, Diego!
-¡Claro! ¡Nunca te fijas!

-Tranquilos, no pasa nada, es solo una libreta. La única que traía, por cierto. En fin, supongo que no tendré en qué anotar hoy.

-De verdad lo siento mucho, Aristóteles es muy... ehm, distraído. -Mientras hablaba, Diego miraba de arriba a abajo a Aristóteles con un gesto de burla. Aris, solo miró de reojo a Diego y se dirigió a la chica que no dejaba de ver su libreta arruinada por el lodo.

-De verdad estoy muy apenado. No te vi. Ah... digo, si quieres te puedo prestar una de las 6 que traigo.

-¡¿Traes 6 libretas!? -Diego y la chica preguntaron mirando a Aris con cara de incredulidad y sorpresa.

-Eres muy raro, Aristóteles. ¿Quién trae tantas libretas el primer día? ¡Ni siquiera sabes cuantas materias vas a tener!

-Le prometí a Temo que sería más organizado en mis estudios. No quiero revolver apuntes... pero eso no importa.
En serio; discúlpame y, por favor, acepta una de las mías.

-Gracias, y de verdad no te preocupes. Te la acepto porque no tengo nada más en qué apuntar.
Y... ¿también son de primer semestre? ¿Cómo se llaman?

-Yo soy Diego Ortega -Dijo estirando el brazo para estrechar la mano de la chica.

-Mucho gusto, yo soy Carlota. Y tú, -Girando hacia Ari. -¿En serio te llamas Aristóteles o es uno de esos apodos feos?

-Diego se tapó la boca antes de que una carcajada saliera de ella. Con ojos expectantes esperaba la reacción de Aris.

-No es un apodo, neta así me llamo. -Contestó tratando de ignorar a Diego.

-Ay, perdón. No quise decir que tu nombre es feo, de verdad, no quise ofenderte.

-Tranquila, no pasa nada. De hecho es una pregunta que todos me hacen. Y, para ser sincero, al principio no me gustaba mi nombre; pero ya ves, los papás deciden y no te consultan antes.

-Sí, tienes razón, por ejemplo mi nombre, parece que está en aumentativo. ¿Por que no solo me nombraron Carla? Suena menos agresivo. En fin...
Oigan ¡es tardísimo! Tengo que ir a mi primera clase, no quiero llegar tarde, es de muy mal gusto.

-¡Es verdad! Nosotros también tenemos que apurarnos. ¡Vámonos ya Aristóteles! ¡Llegaremos tarde por tu culpa!

-¡Ya voy! ¡No me presiones!

-Bueno, espero verlos después. Debo irme corriendo porque el salón 2207 está un poco lejos.

-¡Nosotros también vamos para allá! -Dijo Aristóteles sorprendido.

-¡Wow! ¡Qué coincidencia! ¿También estudiarán comunicación?

-Así es, y en lugar de comunicarnos aquí, yo digo que mejor corramos. Nosotros te seguimos, tú ya sabes dónde está.

-¡Claro! -Contestó Carlota divertida.

Los tres jóvenes apresuraron el paso hacia el aula que les correspondía. Aunque Aristóteles estaba entusiasmado por iniciar su etapa universitaria, no podía dejar de pensar en Temo y en el hecho de que por primera vez en muchos años no iban a compartir un salón de clase.
Con total seguridad extrañaría sentarse a su lado y aprovechar cualquier pretexto para rozar la mano de su novio o rendirse ante la satisfacción de colocar la mano en su rodilla, cosa que a Temo sonrojaba aunque fingía no hacerlo.
Sin duda, separarse momentáneamente de Temo, causaba nostalgia en Aristóteles. Lo único que lo reconfortaba era saber que después de los horarios de clase, tendría a su novio exclusivamente para él en la casa donde vivirían juntos, o por lo menos eso pensaba en ese momento.


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