✵𝓒𝓪𝓹𝓲𝓽𝓾𝓵𝓸 𝓬𝓾𝓪𝓽𝓻𝓸 ✵

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Los años iban pasando y con ellos ambos, Dazai y Chuuya, iban creciendo tanto psicológica como físicamente.

En cuanto a su relación, era algo complicado. La fuerte atracción que compartían era innegable para los que les conocían, eso sin duda.

Para Dazai no era ningún secreto el que se sintiera atraído por el pelirrojo, pero como muchas otras cosas, no tenía planeado revelarlo a nadie jamás y defendería su negación con uñas y dientes.

Chuuya en esto era algo más despistado. Sabía que le tenía en más estima que a los demás pero no sospechaba que, desgraciadamente, pudiera ser de una forma amorosa.

El par de idiotas había tenido más de un desliz en todo este tiempo.
Dado que Dazai había aprendido a controlar mejor sus emociones, Chuuya salía peor parado siempre. También influía el haber descubierto la forma de tranquilizarlo. Dazai terminaba manipulándole para que hiciera lo que él quisiera sin importar lo despiadado que pudiera llegar a ser.

Esto traería consigo represalias por parte de Chuuya ya que, inexplicablemente, se había enamorado de él y le dolía más que a nadie. Siempre quedaba alguna espina clavada después de cada jugarreta, trampa, u orden maligna que le mandaba, y eso no quedaría así eternamente. En algún momento los mimos de Dazai no tendrían ningún efecto rompiendo así el extraño lazo que habían creado.

Chuuya sabía que detrás de todas esas capas de falsedad y malicia dormitaba una persona de buen corazón, como le había mostrado en contadas ocasiones, pero cada vez era más difícil llegar hasta él.

Actualmente solo hablaba o estaba con él si era necesario para alguna misión, y tan rápido como llegaba se iba.

Sabía que solía frecuentar un elegante bar junto con Odasaku y Ango, a quienes tenía bastante respeto.

Todo esto nos lleva precisamente a este bar, el Lupin.

Después de mucho pensarlo, Chuuya había decidido ir esa noche. Estaba frente a la puerta de entrada no muy convencido de si entrar o no. En un golpe de valentía entró al bar haciendo un gran ruido al abrir la puerta. Allí se encontró a Odasaku mirándole algo sorprendido por su repentina aparición.

-Tu debes ser Chuuya Nakahara -vio lo incómodo que se sentía por haber creado ese pequeño espectáculo, y decidió romper el hielo.

-S-si, ¿cómo sabes quién soy?

-Dazai nos ha hablado mucho de ti. Ven, puedes sentarte aquí -dijo señalando el asiento a su izquierda.

Un pequeño sonrojo apareció en su rostro, provocando una débil risa en Odasaku.

-¿Qué le gustaría tomar? -Preguntó el barman cuando el más joven se sentó.

Algo dubitativo, señaló una de las muchas botellas que estaban expuestas frente a él.

-Eso estaría bien -pidió convencido.

-¿Estás seguro? -Preguntó sorprendiéndose de nuevo. -Me parece que todavía eres un poco joven para beber vodka.

-Claro, he bebido muchos de estos antes -respondió algo nervioso ya que había sido una total mentira.

-Mejor ponle una cerveza.

El barman, que había estado esperando la aprobación del mayor, asintió y se dispuso a poner un vaso sobre la pulcra barra para verter aquel dorado líquido en él.

Chuuya agradeció al barman y a Odasaku, pero a este último le agradeció internamente por corregir el tremendo error que casi comete.

Un par de cervezas más tarde, Chuuya desvariaba hablándole a Odasaku de lo capullo que era Dazai. Obviamente estaba borracho.

-Y entonces -bebió un gran trago de su vaso- ... ¿de qué estaba hablando?

-De que Dazai te tiró por una ventana desde el veinteavo piso de la mafia.

-¡Eso! ¿¡Te lo puedes creer!? ¡De no ser por que me pegué como una lapa a la pared me hubiera matado! -Volvió a beber de su vaso, pero no pudo tragar nada ya que estaba vacío.

Cuando iba a comenzar otro relato para desahogarse un poco más, se escuchó un trimbrido provenir de la entrada.

-Ya hemos llegado~.

-¡¡Hijo de perra!! -Se levantó de su asiento dispuesto a darle puñetazos hasta quedarse a gusto, pero Odasaku le impidió caminar cogiéndole del brazo con el máximo cuidado posible para no hacerle daño, incluso con los movimientos bruscos de Chuuya .

-Oh, ¿qué haces tú aquí? -No se molestó en ocultar su desagrado ante la presencia del ojiazul.

-A ti que coño te importa.

Una tensa aura se hizo presente entre aquellos dos preadultos que se miraban sin apartar la vista del otro ni un solo segundo.

Un cansado suspiro sonó detrás de Dazai. Acto seguido se fue a sentar al asiento contiguo del de Chuuya.

-Romance de adolescentes, supongo.

Aquel comentario provocó una melodiosa risa por parte de Odasaku y una ligera sonrisa del barman.

-Tienes razón -le dio la razón para continuar hablando con él del tema mientras que los otros dos los observaban perplejos.

Harto de escuchar la conversación que se dirigía peligrosamente a algo que podría provocar una situación vergonzosa para él, decidió sentarse en el sitio que anteriormente ocupaba el pelirrojo, cambiar el tema de la conversación, y de paso ignorar a Chuuya.

En cuanto a este otro, se encontraba de pie detrás de los tres hombres, empezó a sentir en su estómago el efecto de lo que había tomado. Salió de aquel establecimiento a toda prisa y vomitó en una esquina que había cerca.

Escuchó un silbido tras de sí.

-Veo que has bebido demasiado. Bueno, tampoco es como si pudieras aguantar más de una simple cervecita -se jactó.

-Cállate, imbécil -no tenía ganas de discutir con aquel estúpido desperdicio de vendajes en ese momento.

Se sentó en el suelo para recuperarse un poco y vio como los otros dos adultos le miraban preocupados.

-Le llevaré de vuelta -se ofreció Ango.

-No, yo le he dejado beber, le llevaré yo.

Cuando se intentó levantar cayó al suelo de golpe. Al ver que necesitaba ayuda, Odasaku se dirigió hacia él y le cargó al estilo princesa, ya que le era la forma más sencilla de llevarle. Chuuya intentó protestar pero se vio rápidamente acallado por un "es por tu bien" de quien lo estaba cargando.

No tardaron en aparecer unas carcajadas burlonas de parte de Dazai. Fueron momentáneamente aplacadas por la reprimenda de Ango, pero volvieron a aparecer rápidamente en cuando Odasaku comenzó a caminar.

Una vez dentro de la habitación de Chuuya, Odasaku lo dejó en la cama de Dazai pensando que era la suya. Debido a su condición tampoco se dio cuenta del error.

-Antes de irme quería pedirte disculpas en mi nombre y en el de Dazai, en el fondo es un buen chico.

«He quedado en ridículo delante de los amigos de la momia».

Y con ese pensamiento en mente, Chuuya se quedó dormido.

Ese día algo cambió en él.

Al traerle recuerdos de esa bochornosa situación, Chuuya no volvió a probar una cerveza. En cambio probó el vino, donde encontró satisfacción en esas veces en las que Dazai le hacía desesperarse, cosa que no pasó desapercibida por él. Pero era una satisfacción falsa, pues cuando despertaba recordaba todo aquello que le hacía sufrir, sumándole también la resaca por haberse emborrachado.



El sombrero de Chuuya [Soukoku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora