✵𝓒𝓪𝓹𝓲𝓽𝓾𝓵𝓸 𝓼𝓮𝓲𝓼 ✵

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-Que demonios haces aquí, bastardo -le riñó nada mas pasar por la puerta.

-¿Es que acaso no puedo ir a una fiesta a la que he sido invitado?

-¿¡Invitado!? -Algunas personas que estaban próximas a ellos se giraron disimuladamente, o al menos eso intentaron, por el repentino grito. Al ver esto, Chuuya le cogió del cuello de la camisa para acercarle un poco más y bajó la voz. -¿Cómo es que has sido invitado? Se suponía que era exclusivamente para personas de importancia a nivel nacional.

-Estás subestimándome mi querido enano -Chuuya le respondió con una mirada de odio y un quejido para demostrarle su disconformidad con aquel molesto e innecesario comentario, pero fue totalmente ignorado. Dazai prosiguió. -No veo el por que no debería estar aquí según lo que acabas de decir, además, ¿qué haces tú aquí?

-He venido por la misión. Se suponía que sería "la acompañante" del jefe, pero al parecer tiene cosas mejores que hacer y ni siquiera me ha avisado.

Siguieron su conversación en un tono medianamente tranquilo, algo extremadamente extraño en ese dúo, mientras caminaban hacia la larga mesa en la que estaban servidos todo tipo de canapés y postres, desde los más refinados hasta los más comunes. Todo aquello creaba una mezcla de colores que te hacía querer probar hasta el último de ellos.

Chuuya quedó hipnotizado por la variopinta variedad y en cuanto vio una pequeña pila de platos no perdió el tiempo. Cogió uno de ellos y lo empezó a llenar con cada cosa que se encontraba.

«No pasa nada por darse un capricho de vez en cuando, además, esto lo quemo mañana en el gimnasio»- trató de autoconvencerse.

En lo que su acompañante comía, Dazai dio un vistazo a su alrededor en busca de aquella chica con la que se había encontrado tiempo antes. La encontró al otro lado del gran salón tomando algo que parecía champán, o quizá era vino blanco, no lo tenía muy claro, estaba bastante lejos.

Aceptó la copa de vino que uno de los camareros le ofrecía y se dirigió hacia ella.

-Buenas noches -saludó ella alegremente anticipándose a sus palabras.

-Buenas noches.

-Me alegra que al final haya podido venir, pero ¿dónde está su pareja?

-No te preocupes por ella, está-

Antes de que pudiera terminar de hablar recibió un empujón desde su espalda. El movimiento inesperado provocó que se le cayera la copa llenando así el suelo y su pantalón de vino y cristal.

-Oh, perdón -escucharon la inconfundible voz de Chuuya, aunque solo Dazai notó la molestia oculta en aquellas palabras.

«Es la disculpa más falsa que he escuchado en toda mi vida» -pensó Dazai.

-Voy a por algo para limpiarlo, ustedes no se preocupen -dijo rápidamente la trabajadora al mismo tiempo que se iba.

-Eres subnormal o que te pasa. Deja de revolotear tus estúpidas hormonas de casanova de mierda alrededor de cada chica guapa que veas. Sigo estando en una misión y quieras o no me vas ha ayudar, o sino no haberme metido en este lío -gruñó Chuuya sin descanso en cuanto se quedaron solos.

-No estaba revoloteando nada en nadie Chuuya, estaba tratando de conseguir algo de información por si acaso. Además, todavía no me has dicho que tienes que hacer.

-Bueno, es un poco difícil de explicar -comenzó a relatar pero se vio interrumpido.

-Perdón por la tardanza, acompáñeme al baño antes de que se seque -llegó apresuradamente.

-Ahora mismo vengo, Chuuya, espérame aquí -le dijo desordenando levemente sus rojizos cabellos en unas efímeras caricias.

Tiempo más tarde -probablemente una hora, quizá dos, quizá más, ya había perdido la cuenta de cuanto llevaba esperando- Chuuya observaba aburrido el final de su copa sin quitar la vista de ella. Había sido rellenada bastantes veces más de lo que debería con aquel líquido rojizo que tanto le gustaba. Suspiró, observó su alrededor en busca de algún indicio de que Dazai siguiera allí, y al no encontrar nada se levantó de la silla que había sido suya durante tanto tiempo en esa noche.

En ese momento Chuuya no pensaba con claridad debido a las copas de más que había tomado, por lo que se levantó abruptamente y no dudó en gritar con todas sus fuerzas "¡Te va ha esperar tu madre, hijo de puta!"
Acto seguido, como si no hubiera pasado nada e ignorado las miradas atónitas y desaprobatorias de la gente del lugar se fue con la cabeza bien alta, se había quitado un gran peso de encima.

Caminaba por las calles que estarían vacías de no ser por las escasas personas que volvían a sus hogares después de un día de trabajo demasiado largo o que iban y venían por alguna fiesta. Su mente era una maraña de pensamientos pero el tema central de todos ellos era, como no, Dazai.
Ah, Dazai, ese cabrón que jugaba con él y le ilusionaba con la más mínima palabra amable. Estaba harto de él, tenía que hacer algo para cambiar su situación actual, pero qué. No sabía qué hacer, porque realmente no sabía de donde provenía su necesidad interior de no defraudarle.

Se paró en seco y se miró en el cristal de la tienda que tenía a un lado. Ahí estaba él, una persona fuerte, que no debía amedrentarse por nada ni nadie, y que a pesar de ello una sola caricia de Dazai le dejaría sin habla.
Oh, vaya, ahí estaba el problema. Esos momentos le hacían sentirse querido y en paz, y provenían de una persona que se había hecho un hueco en su corazón aún sin saber como ni cuando.

Su mirada se enfocó por un momento en los productos del escaparate y no en él. Allí pudo apreciar un sombrero color carbón sin mayor adorno que una simple cinta marrón pero que le daba un toque elegante.

-Me gusta -se dijo a sí mismo en voz alta.

Entró en la tienda, que por azares del destino seguía abierta a esas horas, para comprarse lo que sería su escudo contra Dazai. Si no sentía sus caricias no sentiría es falsa amabilidad y no se rebajaría a cumplir sus órdenes como el perro que él creía que era. Esa fue la conclusión a la que llegó.

De nuevo, salió del lugar con la cabeza bien alta, esta vez luciendo su nuevo recurso, y se dirigió a la mafia.

A la mañana siguiente, Chuuya era un nuevo él, o al menos eso era en teoría. La prueba final sería cuando se enfrentara cara a cara con Dazai.
Cuando se despertó Dazai no estaba allí, pero no le importó. Se levantó de la cama, se vistió con su típica ropa y añadió el sombrero a su conjunto. Se miró en el espejo de una de las puertas de su armario. Le quedaba bastante bien y combinaba con el resto de su ropa, parecía que había sido hecho para él.

-Tú puedes -se dijo a sí mismo y se fue de la habitación.

El sombrero de Chuuya [Soukoku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora