Capítulo 4: Cachorro

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Han pasado casi cuatro meses desde que me marché de Carrera Blanca, y a pesar de que solo estuve allí día y medio, la he echado de menos. Más concretamente, Jorrvaskr. Es el primer hogar que tuve en Skyrim. Y la verdad, después de pasar tanto tiempo en un monasterio en lo más alto del mundo, rodeada de nieve, frío, sin casi ver el sol y con la única compañía de ancianos mudos, incluso agradezco la mirada de asco que me lanza Njada en cuanto cruzo la puerta de Jorrvaskr. Están todos ahí, como si estuvieran esperándome. Supongo que los guardias les habrán avisado. En Carrera Blanca las noticias vuelan.

- ¡Ahrin! - exclama Ría, corriendo hacia mí.

Aunque me alegro de volver a verla, el abrazo que me da delante de todos los miembros del Círculo hace que me muera de vergüenza. Le doy un par de palmaditas amistosas tratando de soltarme. Aela avanza hacia mí y Ría me suelta y se aparta.

- Bienvenida – me dice la Cazadora. - Teníamos fe en que lo conseguirías.

- Gracias – respondo con amabilidad.

Aela es solemne y solitaria. No habla mucho, pero es respetuosa. No dice nada más, pero solo con esa frase ya me ha dicho tanto o más que Ría con su abrazo. El siguiente en venir es Farkas.

- Me alegra verte de una pieza. Has sido valiente. Bienvenida.

Y, de nuevo, me da la espalda y se marcha. Sonrío. Farkas sigue igual. Los siguientes en venir a hablar conmigo son Torvar y Athis, y Ría se une a nosotros. Todos empiezan a preguntarme por mi viaje, qué criaturas he visto, si he matado a algún otro dragón, qué me han dicho los barbas grises... La verdad, deseo que alguien me saque de ahí. Solo quiero ver a Kodlak y descansar. Miro en todas direcciones, buscando a alguien que interrumpa esta avalancha de preguntas. Skjor está sentado en la mesa con cara de aburrido, mirándome, pero sin intención de venir a ayudarme. Farkas y Aela se han marchado. Njada parece divertida por la situación tan incómoda que estoy pasando. Y luego, apoyado en la pared, está Vilkas, también mirándome. Le lanzo una mirada de auxilio. Me parece verlo medio sonriendo. Para mi alivio, se separa de la pared y se acerca a mí.

- Está bien, dejadla respirar.

Mis compañeros obedecen y dejan sitio a Vilkas, que se para enfrente de mí.

- Bienvenida, cachorro – me saluda.

Tuerzo el gesto en una mueca.

- No se te ha olvidado el mote, ¿eh?

Él sonríe con los ojos.

- Kodlak te espera - me informa.

Asiento y enfilo hacia las escaleras. Al no notarlo detrás de mí, me giro.

- ¿No vienes?

No es una pregunta, es una invitación. Vilkas me mira largamente y veo agradecimiento en sus ojos. Sin decir una palabra, me sigue. Avanzamos en silencio por el pasillo de los dormitorios hasta las dependencias de Kodlak. Como siempre, me espera sentado a la mesa, leyendo un libro. Levanta la vista cuando nos oye entrar.

- Bienvenida, Ahrin – me saluda. - Te hemos echado de menos.

- No estuve aquí ni un día... - murmuro.

- Pero eres de los nuestros, eso es suficiente como para echarte en falta. ¿Cómo ha ido tu viaje? ¿Eres el Sangre de Dragón?

Le miro a los ojos.

- Sí.

Hay un largo silencio. Ni Kodlak ni Vilkas dicen nada, y yo tampoco veo la necesidad de hacerlo. Además, no sé qué decir.

Compañeros | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora