C A T O R C E

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Si comienzas a vivir por las razones más pequeñas, allí es cuando sabes que realmente estás viviendo, el olor de la lluvia después de una tormenta, los diferentes tonos de grava cuando es otoño, la temporada de cosecha y la implícita competencia para comprar los vegetales más frescos en el mercado. Los mediocres murales y el color del atardecer, el olor que emanan las pastelerías en las mañanas, la brisa gélida del tan apresurado invierno, el calor del horno cuando haces galletas, el olor de libros nuevos y de ropa recién lavada.

Cuando comienzas a notar las pequeñas cosas, realmente notarlas, es cuando comenzarás a vivir. Porque entonces entenderás lo que significa ser humano en este planeta lleno de personas. Es por eso que mientras estoy en el medio de la sala de terapia con una andadera frente a mí y unas varillas a los lados de mis piernas ajustadas por tres correas de color beige, una en la parte alta de mi muslo, otra unos centímetros sobre mi rodilla y la última bajo esta, no puedo evitar que la felicidad inunde mi cuerpo.

"Ahora intentarás levantarte con la ayuda de la andadera" el doctor Mendes se encarga de ajustar todo lo necesario y con una mano sobre mi espinilla y la otra sobre mi muslo me indica que me levante. Una vez todo mi peso estaba sobre la estructura de metal el doctor termina de extender mi rodilla brindándome más apoyo.

Cuando estuve de pie pude notar que mi cabeza apenas rozaba el ángulo inferior de su barbilla, haciendo que tuviera que elevar mi cabeza para poder verlo a la cara. Poco a poco el doctor se fue alejando de mí y caminó hacia mi espalda apartando la silla de ruedas en la que antes me encontraba.

Mendes colocó sus manos en mi cintura, haciendo que pequeñas cosquillas despertaran en mi piel "Vas a mover primero la andadera y luego intentarás dar algunos pasos hacia delante ¿Está bien?" su voz era suave y clara

"¿No voy a caerme?" Sentí como mis piernas temblaban, y la inseguridad me invadió.

"No voy a dejar que caigas"

Empujé con algo de dificultad la estructura de metal y temblorosamente arrastré mi pie izquierdo "Así es. Vas muy bien" susurró. Levanté un poco del suelo la andadera y moví mi pie derecho hasta que quedó paralelo con el otro. Mis músculos parecían de piedra, y mis piernas daban la sensación de pesar demasiado para mí, pero de a poco y concentrándome lo suficiente lograba que se movieran algunos centímetros.

Estaba consciente de que mis movimientos no eran para nada agraciados, y que probablemente parecía Bambi recién nacido, pero cuando volteé y me vi en el espejo no pude evitar sonreír y pensar que me veía espléndida.

"¿Estás viendo eso?" pregunté incrédula.

Mis ojos se conectaron a través del espejo con los del doctor y mi sonrisa se expandió aún más "Claro que sí, corazón" me sonrió de vuelta y mi estómago dio un pequeño vuelco.

Continué dando pequeños pasos hasta que el cansancio se apoderó de mí y necesité unos minutos para recuperar el aliento. Mendes se movió frente a mí para darme un respiro "No puedo creer que haya hecho eso" comencé a reír y sin pensarlo mucho envolví mis brazos en su cuello y apoyé mi cabeza en su cuello.

El gesto lo sorprendió, por lo que tentativamente deslizó sus brazos por mi cintura "No había tenido la oportunidad de decirte esto, pero gracias" dije para que solo él escuchara. Su respiración era suave y sincopada, brindando una paz que era complementada por el aroma a almizcle y romero que emanaba

"No es nada. Solo hice mi trabajo" el doctor se alejó un poco de mí y flexionó levemente su cabeza para verme a los ojos.

Nos quedamos en silencio por algunos segundos, la andadera aún entre nosotros, pero a ninguno parecía molestarle. Yo estudiaba su rostro, encontrando nuevos detalles que antes no había notado, como las pequeñas pecas en el puente de su nariz, los espirales de tonos verdosos y marrones en sus ojos, y los lunares que sobresalían de su camisa elevándose por el lado izquierdo de su cuello. Lentamente una de sus manos se posó en mi rostro, dedos entre mi cabello y su pulgar rozando el ángulo superior de mi pómulo. Su tacto era reconfortante a pesar de lo frías que estaban sus manos.

How To Save a Life || Shawn Mendes AU  [St. Yves #1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora