C I N C U E N T A I S E I S

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Era lunes de nuevo y eso significaba volver al hospital, lidiar con personas malhumoradas cuya paciencia era casi inexistente y ver a Mendes pasearse por los pasillos con un rostro inexpresivo y actuando como si nada le afectara más que el hecho de que compartía oxígeno con un montón de internos que no sabían que estaban haciendo la mitad del tiempo, y sí, me incluía en ese grupo de internos.

Luego de nuestra conversación en la fiesta de Klaus sentí como si un peso se hubiese levantado de mis hombros, ya había dicho todo lo que tenía que decir. Dejé mis cartas sobre la mesa y me fui. Ya por fin había entendido que si bien esa relación me ayudó mucho en el pasado ahora no es lo que necesito, y aunque mi corazón esté en contra debo dejarlo ir.

En ese entonces estaba enamorada de la idea del amor, tanto que pensaba que con este podía solucionar todo e ignoraba el hecho de que la persona junto a mí no estaba presente al 100%. No me arrepiento de lo que vivimos porque él marcó un antes y un después en mi vida, pero ahora que lo veo todo con más claridad me doy cuenta que ya no quiero algo así.

“No Scott, no puedes hacerle dos despedidas de soltero a Ares”  dije del otro lado de la línea mientras escuchaba a mi amigo compartir su maravillosa idea de un doble despedida de soltero, una en Toronto y otra en DC “Cuando viajemos a Washington para la boda será cuando suceda” aclaré antes de rodar los ojos “No, siendo honesta me parece estúpido”

Hoy no había sido un día fácil. Un señor acababa de gritar que era una incompetente porque cuando le aplicaba electroterapia casi no sentía nada y él no recordaba que la lesión nerviosa que había sufrido también afectaba su sensibilidad. Así que mientras contaba hasta el infinito me abstuve de elevar la máquina a la máxima potencia y le expliqué que realmente no era mi culpa, y que si no quería terminar con una quemadura para nada agradable lo mejor que podía hacer era quedarse quieto.

“Adiós, rubio” musité antes de colgar la llamada. El día apenas comenzaba y ya quería que acabara.

Devolví la vista hacia las personas en el gimnasio terapéutico cundo escuché a alguien llamarme. “Juliette hay alguien—“

La enfermera de la estación aún tenía el teléfono que la comunicaba con la recepción del ala de rehabilitación junto a su oreja cuando pude escuchar una voz fuerte seguida de varios pasos rápidos.

“¿Dónde demonios está mi hermana?”

Nico venía casi corriendo en mi dirección, y mientras su apariencia era tan impecable como siempre, su mirada frenética hacía que las personas a su alrededor lo miraran con rareza, mientras que mi hermano solo giraba su cabeza con rapidez sin mantener sus ojos en un lugar fijo por más de unos segundos.

“Señor, no puede estar aquí” intentó explicar la secretaria que lo seguía y trataba de detenerlo tomando su muñeca, logrando que él hombre de traje la mirara como si ella hubiese perdido la cabeza y se sacudiera hasta lograr que lo soltara.

“Y una mierda. ¿A caso no sabes quién soy?” dijo comenzando a perder la paciencia.

Al ver como una de las enfermeras decía que iba a llamar a seguridad decidí que este pequeño show ya había sido suficiente y me acerqué. No sabía por qué se estaba comportando de esta manera, desde la vez en el hospital luego de incendio solo lo he visto un par de veces cuando me ha invitado a comer algo y nuestras interacciones habían sido bastante incómodas.

“¿Nicolás?”

Cuando el nombrado escuchó mi voz centró su mirada en la mía y en cuestión de segundos estampó mi rostro contra su pecho y envolvió sus brazos alrededor de mis hombros. No recordaba la última vez que me había abrazado de esta manera, como si temiera perderme, y honestamente eso no hizo más que descolocarme. Él no era así de emocional, siempre se mantenía al margen y cuidaba su imagen como si de una vajilla de cristal se tratara.

How To Save a Life || Shawn Mendes AU  [St. Yves #1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora