Primera bala: La vida es una ruleta, cariño

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Citrus así como sus personajes, son propiedad de Saburo Uta.
El resto de los personajes y la anécdota aquí escrita son de mi propiedad.

***

La vida da giros sorprendentes en los momentos menos esperados; no se puede confiar en que las cosas avanzarán sin ningún problema, pues nadie sabe si un día cualquiera el destino querrá jugar una broma y cambiar de manera radical el mundo de una persona. Para Yuzu Aihara, aquella jugarreta fue el matrimonio de su madre. Nuevo padre, nueva casa, nueva escuela, nuevas amigas, nueva hermana. Ella no lo sabía, pero acababa de subir a una ruleta llena de sorpresas. Resultado del primer giro: enamorarse de su hermanastra.

Y aun cuando la situación se tornó oscura y complicada, la determinación de Yuzu terminó por triunfar ante cada nuevo giro. Desde hacía unos meses que las cosas comenzaban a ser brillantes y al fin podía ser feliz después de la tormenta sentimental en la que se convirtió su vida tras el matrimonio de su madre. Creyó que venían días alegres, lo peor ya había pasado y todas las pruebas que el destino podía ponerle fueron superadas de manera satisfactoria. Rivales en el amor, numerosos intentos de expulsión, confusiones, lágrimas, la encarnación del demonio con cabello rosa, la estricta hermana de su mejor amiga, unas curiosas gemelas de cabello blanco, esconder su trabajo de medio tiempo, conocer al fantasma de la Academia Aihara y una carrera contrarreloj para impedir la boda de su hermanastra y único amor: Mei. Pudo con todo eso. La tinta que dirigía su vida, la pluma que escribió todas las dificultades que debía enfrentar, aquella misteriosa entidad, autora de sus aventuras y desventuras al fin le dio la tan anhelada felicidad. ¿Y cómo no pensar eso? Incluso había logrado que Mei utilizara de pijama una playera de Yuzubocchi, cosa que parecía imposible.

Esa mañana, si alguien le hubiese preguntado sobre el futuro, Yuzu habría respondido con una radiante sonrisa y de sus labios saldrían palabras cargadas de felicidad, convencidas del brillante porvenir que le esperaba en compañía de Mei. Pero, si las cosas debían ser así ¿por qué estaba atrincherada detrás de la barra de la cocina, tumbada en el suelo y cubriéndose la cabeza con ambas manos mientras un grupo de hombres en trajes negros se batían a balazos con un extranjero pelirrojo? La ruleta de la vida aún no dejaba de girar.

—¡¿Qué está pasando?! —gritó desesperada.

—Te estoy salvando la vida —respondió el pelirrojo con una voz potente pero tranquila a pesar de la situación—. Eso pasa.

Y pensar que su día había comenzado como cualquier otro. Despertó temprano para acompañar a Mei rumbo a la escuela, charló con Harumi antes de clases, dio su mayor esfuerzo por prestar atención a las palabras de sus maestros por más aburridas que estas fueran. Solo dos cosas fueron diferentes. A lo largo de la jornada tuvo una extraña sensación, como si alguien le estuviese vigilando y aunque pensó que era sospechoso, le restó importancia al descubrir a Nene escondida detrás de un árbol. El segundo suceso era más preocupante. Durante el receso, Mei se acercó para informarle de algo delicado: su abuelo había tenido una emergencia pero no dio más detalles. En consecuencia, se quedaría hasta tarde en la academia. Para la rubia, aquello era un obstáculo en su objetivo de pasar todo el tiempo posible con su amada, pero no fue algo que con la ayuda de sus amigas no pudiera olvidar durante la tarde.

Tras una prolongada parada en una cafetería y la visita a una librería donde compró el nuevo tomo de las Hermanas Momoiro, Yuzu llegó al edificio departamental donde vivía. Corrió por el recibidor y tomó el primer asesor libre. Aún era temprano y en su mente solo podía imaginar a Mei esperándola en la sala, quizá abrazando a Kumagoro. En el trayecto saludó a sus vecinos, incluso al nuevo inquilino: un extranjero que desde hacía dos semanas ocupaba un departamento cercano al suyo. No estaba segura de su nombre, pero le gustaba su cabello rojizo.

Bullet daysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora