Octava bala: El rosa es un color muy molesto

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A la derecha, un café maid de muros amarillentos con una empleada vestida como sirvienta, llamando la atención de los transeúntes mientras repartía folletos a diestra y siniestra. A la izquierda una fila interminable de personas, algunas con mascarillas y lentes, otros con gorras, pero lo distintivo de aquel grupo eran las grandes mochilas colgadas a sus espaldas y su disciplina ejemplar, pues esperaban pacientes su turno de entrar a una pequeña tienda llena de luces azules y verdes. A donde mirase, el ambiente era tan llamativo, festivo, luminoso y escandaloso a la vista. No le disgustaban esas cosas, al contrario, aunque su vestimenta usual parecía propia del barrio de Harajuku, muchos de sus gustos tanto en ropa como otros intereses encajaban a la perfección con el famoso barrio de Akihabara, aunque apenas y pusiera un pie ahí. Prefería tiendas de más categoría, ubicadas en centros comerciales de cierto renombre en la ciudad que también ofrecieran una buena variedad de entretenimiento electrónico. Sin embargo, ahora estaba en la ciudad eléctrica donde fácilmente encontraría un salón arcade tan grande como la Academia Aihara y esa era una oportunidad que no dejaría pasar. Con seguridad habría tantos shooter que no podría jugarlos todos en un solo día. Eso no importaba, ya volvería en otro momento para terminar con su exploración urbana.

Miró al frente y atinó a hacerse una pregunta: ¿por qué acepto ir? La corriente de gente iba y venía por ambos lados de la calle en un desfile interminable y colorido. A las numerosas pantallas programadas con anuncios brillantes enfocados en promocionar artículos electrónicos se sumaban las luces de cada negocio, los incontables promocionales de anime y manga, los vistosos atuendos de sirvienta que algunas chicas usaban a las afueras de sus trabajos. De vez en cuando, algún vendedor asomaba la cabeza desde su tienda y llama la atención de los transeúntes mediante sus ofertas. Las filas de gente se extendían en los negocios en dos sentidos, uno exclusivo para pagar y otro esperando su turno para entrar y gastar el dinero tan difícilmente ganado. Pero claro, ¿qué tenía eso de malo? Cada quien puede gastar sus ingresos de la manera que le plazca. Ella no era muy diferente; siempre que tenía algo de dinero no tardaba en comprar ropa, algún antojo especial o invertir en su gusto particular: audífonos. Ya que estaba en un lugar tan especializado en artículos electrónicos, podría buscar una nueva adición a su colección.

Estiró ambos brazos de manera perezosa y con nula discreción, se atrevió a bostezar frente a todos. No le importaba tal gesto. Estaba segura de que nadie entre la marea de gente le prestaría atención a algo tan insignificante. La mayoría de las miradas, para su disgusto, se dirigían a la envidiable y llamativa figura de su senpai y, en las últimas fechas, principal interés. ¿Quién podría hacerle caso a una chiquilla cuyo mayor distintivo era el color de su cabello? Por donde se le viera, no había otra cosa que destacara en ella. A sabiendas del lugar que visitaría ese día, preparó la ropa más adecuada para confundirse con la población otaku que le rodeaba. No solo necesitaba algo poco llamativo, también era necesario un atuendo cómodo. Para desgracia de su compañera, este no era su fuerte e incluso sus ropas más casuales resultaban llamativas para el entorno de la capital friki del mundo. Tal vez ir con el uniforme escolar hubiese sido más discreto.

Llegó entonces a sus oídos el sonido de una respiración forzada y ansiosa. A su lado, por algún motivo, alguien estaba sufriendo de un desplante de emociones que amenazaban con volverse un arrebato de euforia. Cualquier persona se pondría nerviosa ante semejantes jadeos, pero ella no. Lo que parecía provenir de un peligroso pervertido, en verdad era producto de los incontrolables anhelos de una inquieta chica de preparatoria con una imaginación más que volátil cuando se trataba de sus admiradas superioras. Las coletas se le erizaban y de su nariz caían unas cuantas gotas de sangre cuando se alejaba del mundo terrenal para encerrarse en sus más atrevidas fantasías.

Bullet daysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora