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20. Casi rotas.

Me enamoré porque nadie vestía su sonrisa, ni su forma de hablar. Más tarde la conocí. Descubrí que era amante de la justicia y la libertad, luchadora y una superviviente del dolor. Me cautivó su fuerza.
Unos días más tarde volví a adentrarme, esta vez mejor. Y me fascinó su caminar, seguro y firme, arrasando por dónde pasase, eso sí, siempre pendiente de la hora para no llegar tarde a ganarse la vida.
Y qué suerte la mía, porque dejó verme su manía de tenerlo todo ordenado, me dejó escuchar sus gustos musicales, que al principio desagradan, pero luego se vuelven como sus caricias, quieres más y más.
Ahora sólo quiero viajar, a tu lado, a la otra punta del mundo o aquí al bar de al lado, pero a tu lado.
Y sí, son de las que se piden café solo, y luego con la cucharita saborea mejor la espuma restante. Al terminar, te mira con una sonrisa avisando de que ya está lista para seguir con todo, que sólo necesitaba su café diario.
No sé qué pueda llegar a pensar la gente de ella, pero sí sé lo que pienso yo. Es la chica más maravillosa del mundo, me abraza y me vuelve invencible. Nadie nunca me había llamado preciosa más de cien veces en un segundo, solamente ella, y al final hace que me lo crea, pero eso es porque no quiere mirarse al espejo. Si lo hiciese entendería mi locura, amaría cada parte que la compone, de principio a fin, como lo hago yo.
Ahora mismo, escribiendo esto, ella está durmiendo a mi lado, tan guapa como el primer día, o más. Y no puedo evitar emocionarme pensando que no habrá otro amor como este, no habrá nadie más como ella. Porque sé que nadie me bailará sin ropa después de salir de la ducha, y lejos de hacer un momento erótico, hará un momento para recordar, aún me retumban las carcajadas del último día.
Sé que si te vas volveré a ilusionarme, volveré a querer y a apostar, pero no será lo mismo. Sé que no será lo mismo. Tú consigues hacer las cosas distintas, destacas entre la multitud. Eres diosa.
Sé que si te vas te esperaré el resto de mis días.