Mizore y Kakashi

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-¡Papá ya no me quiere!- fue la declaración de Mizore aquel día en que llegué por ellos a la Academia.

Los mellizos acababan de cumplir 6 años, y estudiaban en la Academia ninja como dos de los mejores shinobi de su generación. Sin embargo, Mizore estaba segura de que su padre ya no la quería, mientras que su hermano Sakumo la miraba con una expresión seria en el rostro.

-No digas eso, papá te quiere mucho...- respondí con rapidez, bajando a su altura para mirarla a los ojos.

-¡No es cierto!- insistió la pequeña con los ojos llenos de lágrimas, antes de dejarnos a su hermano y a mí parados en la entrada de la Academia mirando su espalda alejarse por la calle.

-¿Qué pasó?- le pregunté a Sakumo, sin poder ocultar mi decepción al no poder reconfortar a mi hija...

-Papá vino en una visita, y... presto atención a todos menos a nosotros.

-Ud tienen a papá en casa...

-Lo sé... pero esta celosa.

Sakumo metió las manos en los bolsillos y empezó a caminar en la misma dirección que su hermana. Solté un suspiro y los seguí, tratando de encontrar un modo de lograr que Mizore me creyera que Kakashi la adoraba con todo su ser, sin embargo... estaba corta de ideas. Seguida de una niña malhumorada y un chico con expresión de fastidio pase a comprar algunas cosas para preparar Katsudon, en un intento por mejorar el ánimo de mi pequeña hija.
Una pequeña chispa en su mirada me hizo sentir ligeramente tranquila, pues al menos comer su platillo favorito para la cena era algo que la entusiasmaba... aun así, tenía que hablar con él cuando volviera de la oficina. El viaje a casa fue silencioso, salvo por nuestras pisadas a lo largo de la solitaria calle; al entrar Mizore se escabullo al invernadero, y Sakumo se tiró sobre el sillon, leyendo un libro sobre Armas Ninja, en la misma posición en la que su padre solía leer.

Se parecen tanto...entonces, ¿como podia Mizore pensar que su padre no la amaba?, suspiré con frustración, necesitaba arreglarlo.
La falta de Kakashi a la cena de esa noche sólo empeoró la situación, Mizore fue a darse una ducha y cerró la puerta de golpe tras de sí al terminar. Su hermano se acercó a darme las buenas noches y también se perdió detrás de la puerta de su habitación.
Estaba terminando de limpiar la cocina, cuando la puerta principal anuncio la llegada del famoso peliplata; con todo el cariño que lo caracterizaba, dejó la capa en el perchero y se acercó a mí besando mis labios luego de quitarse la máscara y se sento detras de la barra donde los niños tomaban su desayuno en las mañanas. Serví su ración y preparé té, esperando que se relajara un poco antes de decir nada...

-Hoy fui a visitar la Academia... la presencia de Sakumo y Mizore provoca que otros quieran superarlos, la rivalidad adecuada es positiva- lo mire de reojo, lo admitía. Sasuke y Naruto habían crecido como shinobi debido a sus peleas...

-Si, debe ser bien canalizada para evitar problemas- respondí, sirviendo su té-, Mizore esta molesta por tu visita...

-No le puse demasiada atención...- entonces lo sabía...-, debo disculparme.

-Ella cree que no la amas...

Mi amado esposo suspiro derrotado. Tomó mi mano y subimos a la habitación de Mizore, invadiendo indiscriminadamente su privacidad. La niña nos miro extrañada y se sentó en la cama, mientras su padre la imitaba, sin soltarme de la mano.

-Mizore... no vuelvas a pensar que no te quiero- gruñó él con una mirada severa...

-Prestabas más atención a los otros niños...- respondió haciendo un puchero.

Kakashi acarició su mejilla mirándola a los ojos sólo con el sharingan. En cuestión de minutos, la pequeña pelirosa empezó a llorar, lanzandose a los brazos de su padre disculpandose; su padre la abrazo, jugando con su cabello, hasta que dejo de sollozar. Dándole un beso en la frente, dejamos a nuestra hija dormir, pero... tenía curiosidad...

-¿Que le mostraste?- pregunté una vez que cerramos la puerta.

Mi esposo me acorralo contra la pared, mostrándome lo mismo que habia visto Mizore, algo que él habia tomado de mis recuerdos y protegido para si mismo... la imagen de él dormido con Mizore en el pecho, visto atraves de mis ojos. Sonreí como idiota, sonrisa que me robo con un beso antes de volver a la cocina a terminar su cena... me había dado una prueba más para saber la suerte que tenía de haberme casado con él...

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