Examen Chunnin. parte 6

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-¡AHHHHHHHHH!- gritó Mizore a causa del dolor punzante que le provocaba aquel hombre que se había apuñalado así mismo en un riñón, provocándole la misma herida a la pelirosa.

-Sólo tienes que decirme donde esta- mascullo nuevamente con una expresión de satisfacción que casi parecía un orgasmo.

-No se...- respondió de nuevo la joven kunoichi- de quién... hablas.

-¡Deja de jugar conmigo!- resolló Hidan, tomando la estaca de nuevo.

-¡No lo hago!- se quejó antes de toser sangre. No estaba sanando lo suficientemente rápido, el activar el Byakugou no in, aunque fuera imperfecto parecía terriblemente tentador.

-¡No me jodas, mocosa!- Hidan se perforo el estómago en medio de un gruñido de ira, acompañado por nuevo grito desgarrador.

La chica se quedó sin aliento, dejando caer su cabeza, derramando un par de lágrimas ante la idea de no volver a ver a su familia o compañeros. Pero no iba a rendirse sin pelear. Si iba a morir, lo haría peleando.
Un escalofrío recorrió la columna de Sakumo, haciendo que el chico se esforzo aún mas por alcanzar el final del pasillo de donde venían los gritos.
La joven pelirosa levantó la cabeza con esfuerzo, apretando los puños llena de ira; su Byakugo no estaba completo, ejecutarlo así era casi un suicidio, aún así... enorgulleceria a su padre peleando hasta el final. La marca en su frente desapareció, y las marcas de un incompleto Byakugo aparecieron en su rostro, las heridas en su cuerpo comenzaron a sanar de inmediato, mientras algo de vapor salía de ellas. El rostro estupefacto de Hidan cambio por una sonrisa cuando vio la vitalidad en los ojos de la kunoichi, usando la fuerza sobrehumana de su madre finalmente logró soltarse de las cadenas que la ataban, y de un golpe destruyó las que sujetaban sus tobillos. Una punzada nublo su visión por unos instantes, y tomó distancia de su adversario, conocía como funcionaba su jutsu, necesitaba hacerlo salir del círculo, y la oz de largo alcance era un problema.
Preparo su mano, y tomó aire. El eco del trinar de aves llegó hasta los oídos de Kakashi, quién descubrió su Sharingan, dejando atrás a su mujer y su hijo. Sólo el conocía los riesgos de usar esa técnica sin un Sharingan...

-¡Raikiri!- soltó la joven, lanzándose hacia el akatsuki que tenía en frente, siendo detenida por un golpe de éste usando aquella arma roja que llevaba con él.

La chica escupió sangre y se enderezo, las marcas avanzaron un poco más por su cuerpo, haciéndola estremecer, conocía las consecuencias y debía salir de ahí antes de que el Byakugo empezará a causar estragos en su organismo.

-Rai Ninken- suspiro la joven, tras un movimiento veloz de manos, expulsando todo su cúmulo de chakra formando un perro eléctrico que se lanzó al ataque del Jashin.

El hombro de la niña empezó a sangrar, justo donde el can había tomado al hombre, haciéndolo retroceder hasta sacarlo del círculo. Hidan comenzó a reír al ver su propia sangre cayendo al piso sin parar, antes de ser paralizado por la descarga consecuente del perro. La pequeña Hatake cayó de rodillas al suelo, tosiendo sangre, con la mirada nublada... él no se acercaba a ella, pero tampoco tenía fuerzas para levantarse...

-¡Mizore!- grito el hombre de cabellos platinados, ignorando al jashin que seguía inmóvil a unos metros -¡Mizore!- insistió cuando llegó al lado del cuerpo de la niña, quien volteó a verlo, sin poder procesar los rasgos de su rostro y reconocerlo...

-Lo siento... papá- murmuró antes de cerrar los ojos.

El Hatake se mordió el labio, sin ocultar su molestia cargo el cuerpo de su hija, mirando enfurecido al akatsuki a través del Sharingan.

-¡Kamui!- una de las piernas del jashin comenzó a ser consumida por el genjutsu propio de Kakashi.

-¡Papá!- grito Sakumo una vez que llegó al lugar acompañado de su madre.

Familia Hatake Donde viven las historias. Descúbrelo ahora