Capítulo 1: El torreón de Craster

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Siete aldeas vacías, interminables horas caminando bajo la lluvia. Los hombres estaban cansados, con frío, hambrientos y sedientos. El clima no ayudaba, por el contrario solo empeoraba la situación. La lluvia y el frío volvía más intranquilos a los hombres que marchaban vestidos de negro. E incluso los más valientes de la guardia parecían temer al terrible silencio del bosque.

Doscientos guardias habían caminado durante varios días encontrando únicamente aldeas deshabitadas. Casi parecía como si nadie hubiese vivido allí realmente. Ni siquiera habían encontrado animales salvajes rondando por el bosque. Si bien, habían llevado provisiones para el viaje, estás no durarían para siempre, y esa expedición parecía no tener fin.

- ¿Que cree que haya sucedido en las otras aldeas?- pregunto Jon. El Viejo Oso parecía absorto en su propios pensamientos. Talvez, estaba pensando lo mismo que el joven de cabellos negros, preguntándose qué había sucedido y que terribles cosas pasarían de ahora en adelante.

- No lo sé. Pero lo que haya sido no puede significar algo bueno.- el Lord Comandante lo observó durante un momento.

Había muchos hombres en la guardia nocturna, pero ninguno como Jon Snow. El bastardo del Lord de Winterfell, Eddard Stark. Honorable como su padre, hábil con la espada al igual que su tío, valiente y justo. Esperaba muchas cosas de él. No solo porque llevará sangre Stark, sino también porque, aquellos que habían tenido la oportunidad de conocerlo, sabían que detrás de las inseguridades que su mismo nombre provocaban se escondía un líder que defendería su hogar y su familia antes que nada. Se dio cuenta de que le había tomado cariño al chico, casi como a un hijo. Por eso, algunas veces llegaba a temer por él.

Quería que el muchacho se convirtiera en Lord Comandante, pero eso significaba que su corazón noble debía endurecerse un poco. Encontraría hombres desagradables como Craster, y por su bien y el de sus hermanos tendría que obligarse a cerrar los ojos ante las cosas terribles que hacían.

Por primera vez se encontró pensando que talvez lo mejor sería encontrar el lugar completamente vacío. Luego cambió de idea. Sus hombres necesitaban descansar y a pesar de que Craster fuera un hombre desagradable, estaba ciertamente lejos de ser lo peor con lo que se podían cruzar en ese bosque.

- Alto.- dijo el comandante Mormont deteniendo el andar de su caballo.

Jon había notado a la distancia que se acercaban a otra aldea. Rezaba a los dioses que está no se encontrará vacia. Ahora podía ver de cerca el lugar.

El Torreón de Craster.

Se trataba de una casucha de cáñamo que no tenía ni siquiera una ventana. Todo rodeado por un montón de basura, un chiquero sucio y un redil de ovejas vacío. El torreón en sí, era lo suficientemente grande para contener a 30 o 40 hombres como mucho. El resto tendría que dormir afuera en medio de la lluvia que aún no había cesado.

Pronto Jon se dio cuenta de algo. El Torreón no era todo lo que había en ese lugar en medio del bosque.

Las mujeres vestían sucios harapos, y parecía que no había una gran diferencia de edad entre ellas. Todas tenían la piel clara y la mirada esquiva. Jon había notado como las chicas posaban sus ojos en el suelo cada vez que intentaba mirarlas.

- No las miren.- Jon, Sam y Green voltearon a ver a Edd. - Son las hijas de Craster.

- ¿Donde están los hombres?- preguntó Grenn.

- Solo tiene hijas mujeres - dijo Edd sacudiéndose las gotas de lluvia de su abrigo.- Y, en caso de que se lo estén preguntando, sí, Craster se acuesta con sus propias hijas, ellas dan a luz a otras niñas que luego se convertiran en sus esposas y así sucesivamente. No pueden hablar con ninguna de ellas, si Craster se entera, serán vírgenes para siempre, ese maldito se encargará de eso. Les cortará la verga antes de que puedan pedir ayuda.

El Fuego del NorteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora