Aléi jamás había caminado una distancia tan importante como esa así que Grenn le dio su caballo mientras que el iba a su lado a pie.
El viaje resultó agradable. Grenn había pasado todo el camino hablando sobre el otro lado del muro mientras que Aléi escuchaba con atención. Habían muchas cosas diferentes aunque lo que más le interesó fue que, a ellos los conocían como salvajes, debido a que creían en otros Dioses y que además eran un pueblo libre sin nadie que los gobernase.
Aléi prestó suma atención a esta parte ya que, como había pasado tanto tiempo viviendo en el mismo lugar, viendo a nadie más que a sus hermanas, la idea de aprender cosas nuevas le fascinaba.
- Se supone que es un bastardo. No tiene derecho al Trono de Hierro. - Le explicó Grenn.
La niña lo miró fijamente durante unos segundos hasta que decidió preguntar.
- ¿Que es un bastardo? - dijo mientras aguardaba su respuesta.
- Bueno... - el chico se rascó la barbilla pensando en las palabras que podría usar para que ella lo entendiera. - cuando un hombre o mujer tienen hijos antes de casarse o con alguien que no sea su esposa o esposo, a esos niños se los llama bastardos.- dijo. - Algunos creían que tu padre también era uno. Hijo de un vigía de la muralla y de una salvaje.- Grenn aún recordaba ese dato.
Aléi escuchó en silencio. No sabía que decir.
- ¿Porque tan callada? No lo sabías ¿verdad?- Grenn la observó con sumo interés, parecía querer leer sus pensamientos.
- No es eso. Es sólo que mi madre no me permitía que lo llamase padre. Cuando yo hablaba de él, lo llamaba Craster- Aléi no tenía ninguna expresión en su rostro, casi parecía que no le afectaba en ningún sentido.
Grenn la miró con comprensión. Sabía perfectamente que un hombre como ese no merecía que le llamarán padre, en realidad ni siquiera merecía tener hijos.
- Dime algo, ¿cómo lograron esconderte todo este tiempo? - Grenn intentó cambiar de tema.
- Bueno, mi madre me escondió en la cocina, ese era un lugar al que Craster nunca se acercaba porque consideraba que solo entraban allí las mujeres. Yo dormía ahí y solamente podía salir por las noches, aunque no siempre - Aléi hizo una pausa, había cosas que trataba de olvidar pero claramente no podía. - Algunas veces mi madre se quedaba conmigo. Eran esas noches en las que Craster se llevaba a una de mis hermanas. O cuando entregaban un bebé a los Dioses.
- Esos no son Dioses, Aléi. - la respuesta de Grenn fue inmediata. Las palabras salieron de su boca con tanta dureza que la niña temió haberlo enfadado.
- Lo sé. En realidad no sabía lo que eran hasta que vi a uno de ellos. Fue la misma noche que ustedes se quedaron por primera vez. No había podido verlo antes porque mi madre no me dejaba salir. Pero ese día ella estaba demasiado ocupada cuidando que los hombres no se acercarán a mis hermanas y atendiendo a los demás cuervos. Me ordenó que no saliera, pero lo hice de todas formas.-
- Espera un momento. ¿Acaso eso no sucedió cuando Jon...?
- Si.- contestó rápidamente con cierta vergüenza en su voz -Así fue como lo conocí.- Aléi sonrió mientras recordaba lo que había sucedido, aunque su sonrisa se borró casi de inmediato - En realidad, fue por mi culpa que Craster descubrió a Jon.-
Grenn la miró sorprendido. No esperaba oír algo como eso.
- ¿Que sucedió?- preguntó con interés.
- Bueno, casi me caigo del árbol en el que estaba. Hice un pequeño ruido con una rama y eso fue suficiente como para que Craster volteara y descubriera a Jon. - dijo Aléi con pesar.
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El Fuego del Norte
De TodoUna de las hijas de Craster es enviada a vivir en Castle Black. Alli conocera a Jon Snow y a sus amigos, quienes se convertiran en su nueva familia.