Capítulo 3: Los Amotinados

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Meses después

Habían pasado muchas cosas durante todo ese tiempo que había estado con los salvajes y con Iggrit.

Mientras él se había enamorado de una salvaje, a la que luego terminaría traicionando, al otro lado de la muralla sucedían cosas más importantes.

Su hermano Robb, aquel joven que se había convertido en el Rey en el Norte, al que siempre había querido parecerse, ahora estaba muerto, asesinado a manos de un traidor que les había prometido a él y a su ejército protección bajo su techo.

Además de eso, parecía ser que Sansa se casaría con Tyrion Lannister para de esta forma asegurar el Norte al nuevo Rey de Westeros, o al menos esas eran las noticias que llegaban desde la capital.

Sin embargo, poco importaba quien se sentaba ahora en el Trono de Hierro cuando una horda de salvajes atacaría la muralla en cualquier momento.

Jon se subió a su caballo. Tras él, Edd y Grenn junto a otros pocos hombres se dirigían a la Guarida de Craster para acabar con los amotinados que habían asesinado al Lord Comandante Mormont.

Debían llegar hasta ellos antes que los salvajes, de otro modo ni siquiera tendrían tiempo de siquiera defenderse.

Mil hombres.

Eso era lo que Jon había dicho a Mance Ryder cuando pregunto cuantos cuervo protegían la muralla. En ese momento pareció una mentira inofensiva pero ahora esas simples palabras podían ser una sentencia de muerte para todos los hombres de la Guardia Nocturna.

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El viaje hacia el Torreón ocurrió sin percances, puesto que la lluvia que los había acompañado la última vez ahora no se había hecho presente.

Llegaron al anochecer. La luz del atardecer había desaparecido hacía demasiado tiempo, por lo tanto Jon supo que ya era bien entrada la noche. Aún así, desde el lugar donde se ocultaban podía escuchar todo tipo de ruidos provenientes de la casa.

Desde risas de hombres, hasta llantos de mujer, gritos y gemidos de placer. Reconocía algunas de las voces de quienes habían sido sus hermanos, ahora no eran más que traidores.

Dió una rápida mirada a los pocos hombres que lo acompañaban, y con un asentimiento de cabeza les hizo saber que había llegado el momento.

Todos salieron de donde se escondían y caminaron sigilosamente hasta la entrada del Torreón.

Jon se detuvo unos segundos para observar a Edd y a Grenn. Ambos parecían nerviosos.

Casi sin previo aviso comenzó el ataque. Podría decirse que no fue difícil matar a la mayor parte de los hombres ya que algunos de ellos estaban tan ebrios que apenas podían mantenerse de pie. Otros parecían estar demasiado ocupados con las mujeres como para sí quiera notar que estaban siendo atacados.

Jon en cambio, lo tuvo un poco más difícil intentando matar a Tanner. Según había oído, él era uno de los mejores asesinos del Reino. Era un mercenario que no consideraba un trabajo duro matar personas por dinero, lo consideraba un placer.

No podría haber acabado con él de no ser por una de las jóvenes, que consiguió clavar un pequeño cuchillo en la espalda del mercenario. Aunque no logró hacerle mucho daño, sólo pareció enfurecerlo aún más si es que eso era posible, si logró distraerlo lo suficiente como para que Jon clavara su espada a través de su detestable cráneo.

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Edd sintió deseos de vomitar. Se había ofrecido a acompañar a Jon solo porque era su amigo, sí alguien más le hubiese pedido lo mismo jamás habría aceptado.

El Fuego del NorteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora