Historia del paraíso parte 4

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Una vez más tus ojos se humedecen, tratas de mantener tu vista en esa fruta pero el agua hace que se borre la imagen, así que solo extiendes tu mano para Adán porque no hay remedio. Él no entiende lo que es el llanto ni lo que dices, de manera que se la comerá.

Tú cuerpo está temblando porque es como si sus dientes estuvieran en tu piel y los jugos de la fruta salieran de tus ojos así que con horror solo te arrodillas cuando lo escuchas caer al suelo por los ataques que tú tuviste en su momento, luego de ingerirla, hasta que deja de moverse porque está nutriendo su cuerpo con un alma.

A ti regresa ese día en la tarde cuando paseabas por los jardines del Edén. Cuando viste a tu padre entre los árboles y lo seguiste maravillada por su belleza, la cabellera larga y abundante, las pestañas pronunciadas y el cuerpo idéntico al tuyo con pechos y caderas voluptuosas. ¿De qué otra manera si no? Podría ser como Adán pero también como tú.

Lo seguiste donde el árbol del conocimiento, mientras él sonreía, una sonrisa que en ese entonces no comprendías: tenía melancolía. Estaba sentado con la esfera dorada en sus manos.

—Mi querida hija— exclamó justo cuando te arrodillaste frente a él.

—Papá— contestaste con fascinación como hacías con aquello que tropezabas en el paraíso.

—Pensé que no me reconocerías— habló. En ese momento apareció la serpiente de entre las ramas.

— ¿Quién piensas que les contó sobre la historia de su existencia? ¿Quién si no tú servidor al que ningún propósito le diste en su vida? — la serpiente protestó.

Pero tu padre no respondió, en su lugar te ayudó a levantarte para verte mejor — ¿Te gusta tu casa? —. Te pregunta.

— ¿Tiene que gustarme? — es la respuesta más sincera que tienes.

—Pensé que sería distinto hija, hice cielos, mares y tierras... hice tantas cosas y no fue suficiente.... Nunca es suficiente... pero no eran como yo... así que hice algo similar a mí con lo poco que tenía, a tu hermano para ser exacto; pero no quería que sintiera lo que yo por lo que le quite una costilla y naciste tú— sus manos fueron a mi rostro.

—Sí, mi amigo me lo contó— afirmas para complacerlo porque eso quieres hacer todo el tiempo.

—Y pensé que me hablarían, pensé que tendría compañía pero me equivoque, porque solo se parecían: no son iguales ni siquiera en el cuerpo que no dura para siempre—.

— ¿Es eso algo que no quieres? — preguntaste solo por decir.

Él te ignoró —Así que ahora solo me dedicó a verlos en espera de que me hablen algún día y ya comprendí que no ocurrirá, nunca serán como yo y en afán de imitarme...les deje esto—.

Justo ahí él te abrazó, era frío y tú lo aceptaste porque eso quería, aunque nada significó para ti ¿Qué es lo que pensaba Dios?.

Dedicado a Dafnevallejo por sus votos ;)

Historias de amor, deseo, placer y muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora