Mente

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Lo sé, lo sé. Sé que no deseas mis labios y aún así cuando te acercas a mí para reclamarlos no puedo alejarme ¿Es hasta ahí donde llega mi dignidad? Creo que sí porque en el fondo sé con certeza que te estoy usando.

Porque no es mi dignidad la que me importe sino la cordura la que quiero conservar, pues mientras tú estés aquí su voz no aparece en las mañanas ni los reflejos de los vidrios dibujan su silueta.

Tú no serás el último o así como no fuiste el primero, porque el primero entraba por la puerta de madera por las noches, la hacía rechinar al intentar empotrarla en la pared y pedía de cenar.

Cogía el olor a alcohol en el aire mientras intentaba encender el fogón para calentar un poco de café, siempre de espaldas a su figura, evitando sus ojos hechos de fuego.

Ignorando sus gritos, escapando de la amargura de su voz a lugares más luminosos hasta que me devolvía a la realidad. Tomaba mis cabellos y me arrestaba por el suelo de tierra, rápido. Siempre rápido.

¡Pum! Se me iba el aire del pecho.

¡Pum! Me salía sangre de la boca.

¡Pum! Crecía mi ojo hasta tapar mi vista.

¡Pum! Perdí a mi bebé.

Y comprendí al fin que no debía estar con él, que no quería estar con él. Me escape de su cuerpo y su casa pero él me acompañó a la parte trasera de mi cabeza.

El primero y el último será hasta que tome el revólver bajo la cama. Algún día lo voy a matar no me cabe duda, y con él los sesos en mi cabeza...pero supongo que para mí vivir todavía significa algo.

Historias de amor, deseo, placer y muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora