Tal como lo supuse, habían pasado los años y Celeste seguía sin poner atención a su propia seguridad, era capaz de romper hasta el sistema más complejo y aun así no se preocupaba por instalar en el apartamento ni una mísera alarma, por supuesto que allanar la propiedad no me fue para nada complicado.
El lugar era minúsculo y acogedor, con todo y el olor a tabaco incluido, siempre le habían gustado los lujos, pero para ser una casa de seguridad y control, no tenía sentido llenarla de sus fantasías y deseos, di una vuelta por el lugar, revisando algunos de sus documentos, me encontré una especie de diario con las notas de los periódicos donde hablaban sobre sus golpes, robos a museos, a casas, fraudes empresariales, me reí de su vanidad; había estado ocupada todo este tiempo, con todos estos trabajos podía hacerme una idea de lo que papi estaría pensando justo ahora, y era eso precisamente lo que tenía que aprovechar, leí cuidadosamente los datos que se relacionaban con él; en la pared, esta había colgado sus planes de hoy, así que pensaba liberar de alguna carga a un coleccionista de autos.
Tenía los planos del lugar, los datos de vigilancia, las fotografías y había fijado a su objetivo, con la información de su rutina y las personas que estaban cercanas a su vida, tan metódica como se debería ser, ella me había enseñado el arte de estudiar el objetivo. Fui hasta la ventana, corrí un poco las cortinas, afuera las calles y el bullicio citadino de Varsovia me dio la bienvenida, en el reloj de la calle marcaban las ocho, este trabajo por lo menos le tomaría un par de horas más así que decidí esperarla, me serví una copa del vino barato que tenía enfriando y me senté en el sofá.
Cuando me pregunté porque si detestaba estar quieta, no me había dado una vuelta, escuché pasos en el corredor, eran los suyos, me acomode con pose de villana cliché, siempre había querido hacerlo como la ridícula que soy, pierna cruzada, manos entrelazadas sosteniendo mi barbilla.
Celeste, de inmediato notó que algo andaba mal, entró con cuidado y con su arma lista en caso de necesitarla, asunto que no me asustaba en lo absoluto, espere con una mirada divertida a que decidiera salir de su escondite detrás del librero para hacerme frente, su cara de profesional era bastante sexy y se distorsionó en el instante que me reconoció y tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para que no se le escapara el tiro.
―¡Maldita Lysa! ¿Qué carajos estás haciendo aquí?
―Te extrañé.
Me levanté para acercarme a ella con lentitud y plantarle un beso en la comisura de los labios, intercambiamos miradas, verde con verde, diversión con precaución, esperando la reacción de la otra, finalmente una sonrisa ladeada se dibujó en sus labios.
―Nadie que te conozca realmente cae en tus juegos ¿Qué es lo que quieres esta vez? ¿Acaso papi te está pisando los talones de nuevo? Dime y que sea rápido porque tengo mercancía que mover.
―¡Que aburrida! Siempre quieres ir directamente al grano.
Ella simplemente soltó un suspiro, mientras se quitaba la chaqueta y se sentaba en el sofá donde yo estaba inicialmente, alcé los hombros, ella se lo perdía, bien podíamos pasar un buen rato primero.
De mi chaqueta saqué un archivo con información bastante jugosa la cual ávidamente devoró al instante
―¿Copenhague? –alzó la ceja inquisidora. ―¿Estás segura que se trata de algo completamente real? No sería la primera vez que alguien aparece diciendo que tiene una pieza de ese tesoro ruso original.
―Tan sólo fíjate bien.
―Suena muy fantasioso ¿encontrado en el orfanato que recién les otorgaron por el huérfano ese sin chiste? ¿Cómo el caso del Koonig?
Celeste siguió leyendo la información que había logrado conseguir, era demasiado tentador y yo lo deseaba intensamente es como descubrir que era algo que necesitabas aunque no lo supieras antes y hasta que algo mejor surgiera esto era lo que necesitaba para quedarme tranquila, pero hasta alguien como yo debía admitir que en algunas ocasiones necesitaba de ayuda, no tenía mucho tiempo y era un área grande que cubrir.
Después de meditarlo y ofrecerle un trato beneficioso para ambas partes, Celeste se negó rotundamente.
―Así me ofrecieras el setenta por ciento, no iré.
―¿Cómo puedes negarte? Vamos, ¡esa joya vale cualquier riesgo!
―No para mí y sería mejor que tú tampoco vayas, te conozco, eres extremadamente impulsiva y estoy segura que hace mucho que olvidaste lo que te enseñe, puede parecer un trabajo sencillo Lysandra, pero no lo es, eres talentosa, pero eso no lo es todo.
Me crucé de brazos mirándola directamente a los ojos, analizándola y retándola a la vez, analice su rostro, procurando que su tersa y suave piel morena no me distrajera demasiado. El silencio incómodo y la tensión fueron creciendo conforme pasaban los minutos, me daba la impresión de que una pieza del rompecabezas me faltaba y si ella se negaba entonces no le rogaría.
―¡A la mierda! No te necesito, así me quedaré con toda la ganancia.
―Lysa, espera –me tomó de la muñeca. –Hazme caso.
―Nos volveremos a encontrar Celeste.
Antes de que terminara explotando y haciendo cosas que realmente no deseaba Salí de ahí, fijando mí rumbo a Copenhague, no tenía mucho tiempo para hacer el análisis y el plan yo sola, pero conseguiría ese maldito Huevo de Faberge costase lo que costase.