Bast: Jubileo Danés I

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N.d.a

He decidido que subiré el relato por partes, es decir conforme lo vaya teniendo para que me sea más sencillo y dejare un poco de información antes de dar inicio, espero así no se sientan perdidos, de todas maneras cualquier duda háganmela saber.

Durante el relato mencionaré un Huevo de Fabergé:

Un huevo de Fabergé es una de las joyas  creadas por  Carl Fabergé para los Zares de Rusia , entre los años 1885 y 1917, son considerados unas obras magnificas en el ámbito joyero, muy valiosas.

En Rusia la pascua, se celebra con tres besos y el intercambio de huevos de Pascua. El Zar ALejandro III encargó un huevo de pascua para su esposa, la emperatriz  María Fíodorovna. El huevo recordaba a la patria de la emperatriz, Dinamarca , por lo que el zar ordenó se fabricara un huevo de Pascua cada año para la zarina, estipulando solamente que el huevo fuera único y que encerrara una sorpresa. Para el diseño de los huevos imperiales Fabergé se inspiró en distintos estilos artísticos europeos, como el  Barroco,  el  Neoclásico o  el Modernista , así como en obras de arte que contempló durante sus estancias y viajes por  Europa. Había huevos creados para conmemorar acontecimientos como la coronación del zar Nicolás II , la terminación del  ferrocarril  Transiberiano, etc.

 La revolución Rusa no sólo acabó con la joyería Fabergé sino que muchos de los huevos de Pascua y otros objetos y joyas de Fabergé desaparecieron. Actualmente hay 61 huevos localizados, pero los ocho restantes continúan sin aparecer, dos se conocen solamente por haber sido fotografiados; para el relato utilizaré uno de estos 8 huevos desaparecidos, El jubileo danés:

La última vez que fue visto fue en 1903 en Copenhague, donde Marie Feodorovna había ido a celebrar la Pascua y el 40 aniversario de su padre como rey. Nicolás II le envió el huevo por correo. Se dice que Marie pudo dejarlo en Dinamarca. Y es con esto que inicio el relato.

Disfrútenlo.


Bast: Jubileo Danés I.

Llevaba horas vigilando la galería nacional de Dinamarca, de los edificios con arquitectura renacentista italiana, únicamente me interesaba el más nuevo, había elegido mi posición precisamente por qué me permitía no sólo ocultarme de las cámaras de vigilancia sino que también me permitía fácil acceso a la única vía de escape viable para un robo de la galería.

Era Invierno en Copenhague, y a pesar de que llegaba a una temperatura de -2 grados centígrados, rara vez nevaba, sin embargo, hoy era uno de esos días raros, no podía quedar más perfecto, diminutos copos de nieve caían desde el cielo, fundiéndose al contacto del calor de mi cuerpo mientras esperaba oculto entre las sombras, después de un tiempo en Siberia, el frío de Dinamarca no era nada, así que mi piel irritada y agrietada por las temperaturas no eran una molestia, el vaho que salía con cada aliento que exhalaba, se había convertido en un acompañante, mis músculos dejaron de contraerse bruscamente en búsqueda de elevar mi calor interno, por lo que había dejado de prestar atención a ello, en cambio, mi corazón era el único que no había podido acallar, conforme las manecillas del reloj avanzaban, mi corazón latía cada vez más rápido, como si se tratara de una carrera de caballos, cuyo pura sangre, intentaba acelerar en el último segundo para ganar, se había convertido mi ritmo cardíaco en una melodía frenética como si estuviese marcando el momento de llegar al momento clímax de esta, era tan estruendoso que temí que pudiese delatarme, e intente controlarlo, nada, ni siquiera mis reacciones fisiológicas me arrebatarían este momento de gloria.

Pasaban de las dos de la mañana cuando mi espera se vio recompensada, una figura delgada y ágil, que bien podría fundirse con la oscuridad y pasar completamente desapercibida si no se prestaba la atención suficiente, abandonaba despreocupadamente la galería, no miraba en ninguna dirección, completamente confiada de que nada podría interponerse en su camino, llevaba consigo una diminuta bolsa en cuyo interior cargaba su atraco, inmediatamente, me puse en alerta, y me moví tan ligero como una tela ondeando con la brisa, o como un ente en busca de su objetivo para encontrar descanso, el mío se encontraba justo enfrente, intentando llegar hasta su Ducati.

Se quitó el pasamontañas solamente cuando alcanzo el punto ciego de vigilancia, liberó su cabellera roja, una llama, símbolo de su indómito y ardiente ser, sonreía de lado a lado porque sabía que había conseguido el robo de su vida de la manera más fácil del mundo, eso era maravilloso, veía sus ojos brillar como el sol, se llenaba poco a poco su espíritu de victoria y placer y también se volvió descuidada. Tanto, que yo le arrebataría todo ese goce con un solo golpe, certero y aniquilador.

Me acerqué un poco más con la mandíbula rígida, con el brazo extendido sosteniendo mi arma, apuntando en su dirección y ella ni siquiera lo notaba, contuve la respiración un segundo.

―Lysandra ―grite su nombre, sus ojos conectaron con los míos por última vez.

Tire del gatillo.

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