El reloj marcaba media hora después de las cinco, la misma media hora que este humano tenía de retraso, masajee el tabique de mi nariz con mi dedo índice y pulgar para intentar relajarme y seguir esperándolo, si no fuera importante, hace tiempo que me habría cobrado el hecho de dejarme plantado en medio de la calle debajo de esta farola. De todas formas, seguía planteándome lo que haría después de que completara su trabajo.
Había decidido trabajar con un humano que estuviera en el mundillo de lo ilegal y dejar a los nefillims fuera de esto, para empezar no tenía ni idea de cuáles eran las redes en las que aquella gárgola pelirroja se movía y no quería tirar de alguna que pudiese darle alguna pista sobre este asunto, ella no se mezclaba con humanos para trabajos importantes, a no ser que no tuviera una mejor alternativa, por lo visto, esta era mi mejor opción. Mis ojos estuvieron atentos a todo el que se pasaba por la calle, siempre estaba en busca de algún Inquisidor, aunque confiaba en mi capacidad para ocultar mi naturaleza, siempre debía estar preparado para no correr un riesgo mayor, además de que no quería que se estropeara nada.
Escuche los pasos pesados de Einar, lo vi a la mitad de la acera, el muchacho cojeaba un poco, su labio roto comenzaba a hinchársele y unas cuantas gotas de sangre manchaban su playera, sencillamente rodee los ojos y esperé a que se me acercara.
―Te dije que no te metieras en problemas mientras trabajaras para mí –Fui bastante claro en eso, tenía que concentrarse en lo mío.
―Ya tenía unas cuantas deudas antes de que aparecieras, Bast.
―¿Hay alguien en esta ciudad a quien no le debas dinero? –enarqué la ceja, no quería que la mafia de este lugar se inmiscuyera en mis asuntos y ya era muy tarde para cambiar de cómplice.
―Hoy he saldado la más importante, no echaré a perder el plan te lo he jurado.
―Por lo que te pagaré... -emprendí mi camino a una cafetería, tenía hambre ―límpiate eso –le arroje un pañuelo.
―¿Puedes enseñarme alguno de esos movimientos que usaste cuando nos conocimos? ―comenzó a parlotear, mientras intentaba quitarse la sangre casi seca de la boca ―Ya sabes de esos cuando me rescataste, me serían muy útiles en el futuro ¿Puedes creer que trastabille al correr y por eso me atraparon? Pero la próxima vez estaré preparado.
Si claro, trastabille.
Escuche sus divagues sin comentar absolutamente nada, evitando evocar los recuerdos que mencionaba, ese encuentro él lo tomaba como si lo hubiese salvado y yo me hubiese convertido en su protector, no podía ser más incorrecto, lo libre de esos matones porque lo necesitaba, según mis informantes, el chico era bueno en lo que hacía como ningún otro, pero en el fondo no sentía ni un pizca de simpatía por él o por algún humano.
Hasta que llegamos a una cafetería en donde tome asiento y pedí que nos sirvieran un chocolate caliente y algo con que acompañarlo, no abrí la boca. Esperamos a que la señorita trajera la orden para que no tuviese oportunidad de cotillear sobre mis asuntos, ya hacía bastante mirando el rostro magullado del muchacho, a lo que tuve que iniciar una especie de charla casual, donde daba a entender que lo habían asaltado por la calle.
―¿Y bien? –lo apremie, en cuanto nadie nos escuchaba.
―Los hubiera visto -sonrió divertido intentando abstraer cada detalle del momento ―con sus caras de sorpresa, no se podían creer que un huérfano hubiese encontrado un tesoro tan grande como ese huevo de Fab... fabux.
―Fabergé, Huevo de Faberge, el jubileo Danés.
―Eso –bebió ávido de su chocolate.
―¿Qué más?
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