Mis ojos azules brillaban como un zafiro real, iluminando todo el lugar, mi cuerpo vibraba al ritmo estruendoso de la música, látigos de electricidad se extendían por cada fibra de mis músculos, ascendía y descendía una y otra vez, sentía una necesidad imperiosa de deshacerme de toda esa energía con cada uno de mis movimientos, bailaba sin tomar en cuenta a toda la gente que me rodeaba, cerré los ojos, siendo consciente de mi interior, la temperatura elevándose con cada octava de la música, cada gota de sudor refrescándome descendiendo por mi columna vertebral, mezclándose con mi aroma a iris y violetas, la ropa pegándose como segunda piel, los latidos de mi corazón acelerándose y mi respiración agitándose, jugué con mi melena castaña, que comenzaba a empaparse también.
Me sentía libre y sensual, el Imperio tenía un extraño poder sobre mí, de alguna manera me renovaba y a la vez me asfixiaba, cumplía con las promesas del paraíso y al mismo tiempo te controlaba, sabía que si no tenía cuidado me deslumbrarían las ilusiones bellas y peligrosas, terminaría atrapada entre la telaraña más hermosa y resistente, suceso que debía evitar a toda costa, tenía una promesa que cumplir, alguien a quien volver a ver.
Unas manos posesivas sujetaron mi cintura por detrás, unos labios rozaron la curvatura de mi cuello, su aliento me estremeció y erizo mi piel, abrí los ojos, frente a mi tenía un mar de personas bailando, riendo y divirtiéndose aunque puse mi atención en una figura delgada, que se alejaba del mar abrumante que era la pista de baile, un destello verde que terminó difuminándose entre las sombras.
Me gire para mirar la cara de mi acompañante de esa noche, mandíbula cuadrada y varonil, ojos gises como el cielo nublado antes de la lluvia, cabello recortado, rubio opaco y sin vida, no era guapo ni tampoco elocuente, no trasmitía en lo absoluto nada que me fascinara, que me atrapara, pero era necesario y sería sencillo, teniendo en cuenta como me miraba sin ocultar su fascinación y oscuros pensamientos, podía leer todo lo que en ese momento estaba sintiendo y aunque era una lamía y mi especialidad eran los sueños y la manipulación emocional y no los deseos, estos se asomaban en sus pupilas, era sencillo hacerle creer que obtendría lo que anhelaba, cuando la que terminaría obteniendo la información que necesitaba sería yo y con ello ayudaría a mi hermano y a este sujeto le negaría sus bajas pasiones, es lo que me enseñaron hacer y lo que me gustaba experimentar.
Rodee su cuello con mis brazos, le permití me guiara con sus movimientos cadenciosos, las luces estroboscópicas y el humo en el aire, trayendo consigo aromas de alcohol y tabaco que nos rodeaban, creando una cortina de aislamiento, trazando un ambiente surreal.
―Eres tan hermosa ―me dijo mientras intentaba darme un beso. El cual evite con un movimiento de cabeza y una risa coqueta y burlona.
―¿Por qué tanta prisa? ―deslice mi mano por su pecho.
La tensión creada entre nosotros se rompió cuando por los altavoces, dejó de sonar la música, y las luces disminuyeron; esta era la primera vez que asistía al lugar por lo que no tenía idea de lo que estaba sucediendo, pero al parecer un clamor colectivo empezó a mi alrededor, todos, a todo pulmón gritaban un nombre, algunos hombres y mujeres se arremolinaron a primera fila, casi con violencia como si sus vidas dependieran de ello, otros decidieron ir por algo de beber, todos ellos sabían lo que se avecinaba y yo sentí curiosidad.
―¿Quieres tomar algo? ―me preguntó el Daimon, insistía en tomar mi mano y alejarme lo más posible de lo que estuviese a punto de comenzar.
Me deshice de él sin dificultad.
Luces de colores neones se agitaban apuntando a un escenario, el caos se adueñó del establecimiento, y supe que en medio de todo esto no tendría la oportunidad de obtener los datos que necesitaba, decidí que lo mejor era marcharnos, volví a tomarlo del brazo y dirigimos nuestros pasos hacia la salida.
La fría noche nos arropó despejándonos los pensamientos, caminamos por la acera en la búsqueda de su auto, a lo lejos aún se podía escuchar el eco distorsionado de los acordes de la canción, el eco de los gritos de emoción, por quien fuera la estrella del lugar, que pronto comenzaría a deleitarlos con su voz, me sentía aun curiosa al respecto y esto me hizo darme cuenta que había muchas cosas que aún se me escapaban y era necesario investigar.
Me prometí regresar.