Parque Nacional Bosque Bávaro. Alemania.
Había pedido un tiempo libre, uno que no extendería por mucho tiempo, Irina me necesitaba y no podía ausentarme, pero esto era algo necesitaba hacer y no nos tomaría mucho tiempo, lo habíamos acordado y Bast, también tenía otro asunto por atender, uno que como él lo planteaba no me alegraba en lo absoluto, pero como yo lo veía terminaba complaciéndome, los dos éramos felices.
Hice el viaje desde Siberia hasta Alemania, buscando el punto exacto en donde todo había comenzado, monté el campamento, espere al anochecer y me desnude, no importándome las corrientes de aire que pudiesen congelarme, después de un tiempo en el invierno siberiano, esto no era nada. Permanecí acostado un rato sobre la hierba, escuchaba el repicar del fuego de la fogata y me perdí mirando el cielo con sus estrellas brillantes, reconocí y nombre algunas constelaciones esmeraldas, así las nombramos aquel día. Después de un rato, mi mente terminó divagando.
Desde que podía recordar, acampar fue uno de mis pasatiempos favoritos, cuando íbamos todos en familia, mi madre aprovechaba el tiempo para continuar con nuestra educación, mejoraba nuestros ataques mágicos en terrenos complicados y en climas extremos, la lluvia calándonos los huesos, empapando nuestras ropas, la nieve anidándose en nuestros traseros y el sol abrasador del desierto, no eran los más amenos recuerdos para contar, en cambio, me gustaba cuando íbamos al bosque y se enfocaba en nuestros conocimientos de plantas y elementos para las pócimas más poderosas que se nos pudieran ocurrir, también se interesaba en el aprovechamiento de las líneas de poder natural para la potenciación de nuestra magia, bueno, honestamente yo no era tan atento estudiante, no como mi hermano Lucien, pero algo se me pegaba.
En las noches mi padre nos contaba historias sobre nuestra gente, datos curiosos e información que nos podría salvar algún día y eso complacía a mi madre, en retrospectiva, fueron buenos momentos.
Cuando yo quería viajar solo era cuando las cosas se complicaban, a pesar de sus entrenamientos, mi madre desconfiaba de mi para poder ocultarme de los Inquisidores, temía que me sobrepasaran y terminara por perecer a manos de los ángeles, ella les temía y por eso viajábamos de un lado al otro, o lo hacíamos hasta que mi padre prefirió convertirse en un hombre de ciencia y residir en nuestra ciudad natal, Alemania y fue entonces que las cosas se fueron a la mierda pero aun dentro de esa desesperación por un breve momento, creí, haber encontrado un punto de salvación, pero que iluso fui.
Con la desaparición de mi hermano, mi madre ya no me prestaba atención a mí y viajar por mi cuenta por los bosques y reservas naturales de Alemania, ya no fueron de su preocupación, fue en una de esas escapadas que mi destino se unió al de una gárgola desalmada y ambiciosa. Destino que no podíamos lamentar del todo, eso, tiempo después nos llevó hasta Irina, mi reina nefilim.