Capítulo 17

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Que enrevesados e imprevisibles le parecían los sentimientos. Y al igual que al que se le dan mal las matemáticas o los deportes, estaba claro que entenderlos no era lo suyo. Hasta que llega el momento, ese preciso instante en que se despejan las dudas, abandona los miedos y descubre lo que realmente hay en su corazón, y eso, como le pasa casi siempre, sucede cuando ya es tarde. Porque uno no sabe lo que realmente ama hasta que no le llega el momento de perderlo. Y pese a ser una frase hecha, era tan real como la vida misma. La angustia que se instaló en su pecho al decidir que iba a renunciar a él, la cual tenía claro que se quedaría ahí durante mucho tiempo, le hizo darse cuenta de cuánto lo amaba. Habia sido una noche difícil, en la que durmió poco y dio demasiadas vueltas. Finalmente madrugo más que el sol y salió a caminar por la playa cuando este ya asomaba tímidamente en el horizonte. Fue hasta las rocas que colindaban con la pequeña cala del Norte, que estaba antes de llegar a la zona hotelera, y volvió. Caminaba con los pies en el agua. Las suaves olas jugaban con ella en su ir y venir. Los tonos rojizos del cielo, el sonido del mar le daban un poco de paz a su abatimiento. Cuando estaba cerca de su casa, se sentó en la arena. Estaba un poco húmeda y su primera sensación fue de frio, por suerte llevaba una chaqueta larga que le sirvió para cubrirse las piernas desnudas. Y allí sentada, más bien encogida, tapada de pies a barbilla le dio la bienvenida al que sería uno de los días más tristes de su vida. Un día que prometía gris y parecía traer alguna nube amenazante de lluvia. Ya sentía una incipiente melancolía. Lo iba a echar tanto de menos. Su voz, su sonrisa, sus besos, su olor... tantas cosas a las que renunciar, tantos recuerdos imborrables. ¿Iba a poder sacarlo de su cabeza? ¿Iba a poder desprenderse su corazón de él? Le costaba creerlo. Se imaginaba un futuro, en el que aún conociendo a alguien especial y teniendo hijos, seguiría soñando con aquel chico que conoció un verano. ¿Era eso lo que quería? ¿Podría vivir así? ¿Conformarse con un sentimiento de cariño cuando sabía lo que era el amor de verdad? Escucho pasos en la arena pero no se alertó. Los sintió cerca pero se los asignó a algún bañista ansioso por plantar la sombrilla y disfrutar de la primera línea de playa antes de que llegara el tumulto cotidiano. Pero los pasos se acercaron y cuando quiso mirar ya lo tenía sentado a su lado.

— Te estaba buscando — su voz sonaba cansada y los surcos bajo sus ojos delataban que tampoco había pasado la mejor de sus noches

— Lo sé — lo observó embelesada y después devolvió sus ojos al basto manto azul.

—No me contestas al teléfono, pero si has leído mis mensajes. Te fui a buscar a tu casa pero allí no estabas— dobló las rodillas y se agarró las manos por delante — y recordé que te encanta pasear por la playa cuando aún es solo para ti.

—Necesitaba pensar.

— Entonces no es una pequeña venganza por lo de ayer ¿no?

Negó con un flojo movimiento de cabeza.

— Entiendo que tú también lo necesitabas.

Sang Jae estuvo de acuerdo con eso. Cuando dejo el apartamento de Abbi y regreso al hotel tenía las preocupaciones en su cabeza, preocupaciones que necesitaban su momento, preocupaciones que se agravaron con la noticia inesperada que recibió a la mañana siguiente.

— ¿Sabes por qué lo hice?— lo miró de nuevo a la espera de la respuesta—. Sé que Henry esta aquí.

Su primera impulso era preguntar cómo lo sabía, pero recordó que era Nancy la que distribuía la noticia, así que a estas alturas ya debía saberlo medio mundo.

— Te estaba evitando porque no me siento preparado para lo que vas a decirme.

Su voz se quebró por un segundo, apartó la mirada de Abbi y se pasó la mano por la cara buscando serenarse. Tenía la seguridad de que el encuentro se había producido y de nuevo él era el fracasado de la historia.

Recordé quien era.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora