Cuando el avión despego sintió un gran alivio de poder dejar Seúl atrás. No porque no le gustara el lugar, era una ciudad increíble y aunque dudaba mucho que pudiera vivir allí por las exageradas diferencias culturales que tenían, estaba segura de que volvería a conocer Corea más a fondo. No se llevaba mal recuerdo de la ciudad, pero le aliviaba dejar atrás aquella tormenta que había desatado. Y a sabiendas de que solo era una especie de atajo que iba a tomar y que la tormenta acabaría alcanzándola de nuevo tarde y temprano, necesitaba ese momento de escape. Durante el vuelo no durmió mucho. Se escuchó todas las canciones tristes de Súper Junior, Ft Island posibles y vio "La La Land". No sabía como, pero fue capaz de no echar ni una sola lagrima, cosa que seguro agradeció la pequeña mujer que iba a su lado en el vuelo, la cual hacia sudokus compulsivamente. No pudo comer gran cosa, seguía con una molestia estomacal que la hacía pensar incluso en estar incubando algún virus. El viaje no se le hizo corto pese a las casi dieciséis horas que conllevó, incluyendo la escala de tres horas que tuvo que hacer en París al no encontrar ningún vuelo directo que saliera en los próximos días. Sang Jae se ofreció a que fuera en el avión que ellos tenían pero se negó en rotundo. Cuando desembarco se sintió en casa. La humedad del ambiente erizo levemente su pelo y notaba el calor pegajoso sobre su piel. Busco su equipaje y en cuanto lo tuvo guardo su cazadora por un lateral de la maleta por que le sobraba, por ella se hubiera desecho de los vaqueros y las deportivas allí mismo. Al salir por la puerta de llegadas busco una cara conocida. La felicidad que le produjo ver a su padre la recordaría para el resto de su vida. Ni si quiera la pequeña decepción que sintió al no ser recibida por más miembros de la familia, como solía ser, pudo empañar aquello. Fue hacia a él con paso apresurado y se cobijó entre sus brazos. Evitó todo lo que pudo llorar mientras este la apretó con fuerza.
- Ya estás en casa - afirmó con tono tranquilizador.
Ella respiró hondo y Diego le pidió el equipaje.
- ¡Vaya, qué maleta tan pequeña!- advirtió.
Solo había traído lo esencial, con el resto de sus cosas había pedido a Sang Jae lo mismo que le pidió a Philip, que lo donara. En su pueblo no necesitaba vestidos, ni zapatos de tacón o abrigos.
Cuando montaron en el coche, le pidió si podían regresar por el camino de la costa. Iban a tardar un poco más, pero ella necesitaba sentir la brisa del del mar y que el olor a sal la completara. Su padre acepto. Abbi bajó la ventanilla en cuanto salieron a carretera y estuvieron paralelos al basto mar azul. Era ya más de media tarde y el sol se iba apagando dejando unos colores preciosos en el horizonte.En un momento tomó su teléfono y escribió a Sang Jae.
"Llegue ya. Voy camino a casa con mi padre el viaje bien, todo OK" dejo caer las manos en su regazo y pensó en lo lejano que lo sentía ya.
El teléfono vibro.
"Me alegro. Dales recuerdos si puedes. Te echo muchísimo de menos"
Suspiro y cerro con fuerza los ojos luchando contra las lágrimas.
" Yo también ¿Hablamos luego?"
"Llámame cuando quieras, da igual la hora"
Su padre la miro de reojo.
- A sí que ¿vas a volver a trabajar en el Wol?
-Si- carraspeo para recomponerse-. El lunes que viene empezare. Voy a ayudar aquí en lo que se me necesite y llevare la oficina de Seúl también, al menos durante un tiempo.
- ¿Sigue alguno de tus antiguos compañeros allí?
- No, en la agencia ninguno. Es una pena, pero ya sabes que aquí poca gente aguanta mucho tiempo en un mismo trabajo. Y del demás personal seguro que solo estará el señor Martínez y Nancy. Ella sin duda, estará en el Wol hasta que se caiga a pedazos.
ESTÁS LEYENDO
Recordé quien era.
RomanceAbbi había abandonado muchos caminos para estar con Henry, excepto uno. El único camino que la abandonó a ella antes de poder elegir. Y ahora, ocho años después, vuelve a cruzarse en su vida.