Capítulo 1

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Con toda seguridad aquel trueno había despertado a medio Pacific Heights. Pero en aquella cama solo ella se sobresaltó, saliendo del profundo sueño en el que se encontraba. Instintivamente, como un animal asustado, se deslizó entre las sábanas buscando la protección que rápidamente encontró entre los brazos de Henry. Un destello dio la señal y otro trueno se sucedió, más feroz y lleno de rabia que el anterior. Él emitió un leve gemido y ella se estrechó aún más contra su cuerpo. Rozó con la punta de la nariz el torso desnudo del joven, respirando profundamente los restos de aquella mezcla de menta y sándalo que componía su perfume. Abbi lo adoraba y por ello le insistía en que lo utilizara. Ese olor la tansportaba con suma precisión a la etapa anterior a mudarse a San francisco para vivir juntos. Ella aún estaba en casa de sus padres y Henry se hospedaba en el Wol entre viaje y viaje. Percibirlo, le hacía pasear entre miles de recuerdos. Como la manera en que esa esencia se pegaba a ella tras cada beso de despedida, apasionado y furtivo, en el jardín de su casa. O como le acompañaba en el coche todo el camino de vuelta después de aquellos encuentros en la habitación del hotel, haciéndose más intenso a medida que estos iban siendo menos inocentes. Sonrió y hundió su cara en él buscando un poco más de aquel pasado que sentía que el paso de los años había desgastado. Pero solo logró llenarse de una angustiosa nostalgia que borró por completo su sonrisa. No era la primera vez que aquello rondaba su cabeza. Llevaba tiempo sintiéndose así, llena de una maraña de sentimientos que ella simplificaba con un "me siento rara", incapaz de matizar que era lo que la angustiaba y que le faltaba o que fallaba en su vida para haber dejado de sentirse tan feliz como lo era en aquella época.

"¿No soy feliz ahora?" Se preguntó por milésima vez y por milésima vez se obligó a no buscar una respuesta a esa pregunta.

Se apartó con cuidado de Henry. Él se revolvió dándole la espalda. Ella hizo lo mismo pero no permaneció mucho en esa postura. Miro al techo, pero estaba incómoda. Se tumbó con la cara sobre la almohada y giró un par de veces sobre sí misma intentando buscar la postura que la llevara al sueño que tanto necesitaba. Su cuerpo requería dormir mínimo ocho horas para funcionar correctamente y a ese paso solo iban a ser cinco. Se había acostado pasada la una de la madrugada debido a que esa tarde, al salir del trabajo, se entretuvo más de lo que la hubiera gustado con Anna en la pintoresca coctelería de Bush Street. Y a sabiendas que debía ultimar los detalles del viaje de los Grace para su reunión con ellos al día siguiente, el entusiasmo de su compañera por su última visita a Londres y el confort que le proporcionaban aquellos sorbos la sedujeron mucho más que la idea de volver a una casa vacía. Decidió alcanzar sus auriculares para escuchar música relajante o algún programa de radio donde un locutor con voz susurrante la meciera como una nana . Tras colocarlos abrió la aplicación de Spotify en su teléfono y seleccionó una playlist que tenía como título Relax. Comenzó a sonar una suave melodía y al poco una voz masculina. Era tranquila y desvaída, como el eco de un sueño. Cerró los ojos y la disfruto sucumbiendo a ella.

"Las cargas sobre el pecho..." susurraba a su oído y con esa determinante letra el sueño volvió a ella. El tintineo de la canción se metió en su subconsciente, convirtiéndose en un ruido constante, similar al que emitía un monitor electrocardiográfico. Cuando abrió los ojos ya no estaba en su dormitorio si no en lo que parecía la azotea de un edificio. Aquel sonido se mezclaba con el barullo típico de una gran ciudad, pero a su alrededor no había rascacielos, ni parecía que la rodeara un nudo de calles o largas y abarrotadas carreteras. En cambió reinaban unas altas y frondosas palmeras. El sol, que brillaba con firmeza, se colaba tímidamente entre las hojas pero con la suficiente fuerza como para deslumbrarla. Lo evitó como pudo con su mano y se acercó a la cornisa para comprobar sorprendida que el mar había creado su orilla en el alféizar. Sin plantearse por que estaba en un edificio hundido en medio del océano sonrió e inspiró profundamente el olor a salitre. No tuvo duda alguna de que aquellas eran las aguas que bañaban su pueblo. Ninguna playa en el mundo olía igual. Avanzó y se adentró dejando que las cálidas olas mojaran sus piernas. El mar, como siempre, le traía paz y esa sensación de esperanza que siempre había tenido frente a su inmensidad. El pitido de repente cesó y una voz muy familiar la llamó. Se giró a la vez que una ola la golpeaba suavemente las pantorrillas. Comprobó que el bosque ya no existía y el Wol Riviera ocupaba su lugar. Exactamente estaba frente a los balancines. Y allí también estaban mirándola unos ojos rasgados y redondeados acompañados de una sonrisa que los hacía desaparecer. Tomó aire, un aire que le peso tanto en su cuerpo que no fue capaz de soltar con facilidad.

Recordé quien era.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora