CAPITULO XV

65 6 3
                                    

El bar estaba vacío, el olor a desinfectante para los baños era empalagoso, los ventiladores de techo giraban con una modorra que acompañaba todo el cuadro.

Baltasar entró y miro el lugar como si buscara algo en que perder la mirada, fue hasta la barra, buscó un vaso, una ginebra y comenzó a beber.

El dueño del bar estaría en el depósito, acomodando los pedidos, a esa hora.

Recordó lo que le hizo a ese muchacho, recordó sus ojos, la furia con la que se ensaño con el, "la furia ", si, había dicho eso, pero esa furia se disipó al momento que Murillo perdió la vida.

Lo atormentaba la culpa, el remordimiento, la soledad de estar abatido por un acto criminal, que no tenía marcha atrás.

Siguió bebiendo, hasta que el dueño del bar lo arrastro hacia el depósito, donde una pila de bolsas le sirvió de cama para calmar su borrachera durmiendo.

"Pobre muchacho, debiera buscar un empleo y casarse, entonces no tendría tiempo en llorar por tonterías ". Pensando esto, el dueño del bar cerró la puerta de su depósito.

En ese mismo momento, Alonso Pedroza estaba en su consultorio, había recibido la noticia de la autopcia realizada a Lia, no pudieron recoger demasiadas muestras, pues el cuerpo permaneció  demasiado tiempo en el agua.

Su corazón sufrió un ataque, la cuenca de sus ojos, estaban vacías, pero podría deberse al ecosistema del lago. En fin, muy lamentable la condición del cadáver, y todavía no tenían sospechosos, ecepto por algún comentario de un extranjero que se habría estado viendo con Lia,  primero la policía lo interrogó a el, creyendo que se trataba de un triángulo amoroso, pero no solo tenía una coartada, tenía media docena de pacientes que estuvieron con el, aquel dia del crimen.

Y muy a su pesar, fue el último en enterarce del pequeño amorío.

A estas alturas, Lia, era como un sueño que había ocurrido hacía ya mucho tiempo.

No sentía mucha tristeza, solo sentía imprencion por aquel terrible crimen, quien sería el desquiciado autor de tales hechos.

Mirando por la ventana de su consultorio, vio pasar a Aurelia, esa muchacha, que podría ser su hija, le causaba mucha curiosidad, hacía varias noches que su anciedad crecía, no lograba dormir, su rostro se aparecía por donde mirase. Primero trató de negarse a ese pensamiento, pero luego se encontró saboreando esas fantasías, como si estuviera a punto de cumplirlas. Pero por el momento, tenía cosas mas importantes de que ocuparce, aunque muy a su pesar.

Esta tarde esperaba la llegada de su hija, la noto bastante huidiza, como evitándolo, quería hablar con ella.

Su comportamiento lo estaba preocupando, una noche escuchó, al pasar por su dormitorio, que hablaba con alguien, su vos sonaba triste, entonces preocupado, tocó a su puerta.

Tardó unos segundos en atender, y cuando lo hizo, parecía muy normal, lo miró con curiosidad y le respondió que estaba durmiendo y que, probablemente hablara en sueños.

A el no le pareció, pero, qué otra cosa podría ser?

Se levantó y cerró el consultorio, en su camino pudo ver de lejos a Aurelia, la siguió, sorprendido de su actitud.

Al llegar a una esquina, la alcanzó, la llamó y ella giró, sin sorprenderse, lo saludó.  Estaba hermosa, irradiaba una energía que lo hacía sentir como un adolescente.

"Como estas Aurelia?, te vi pasar y decidí invitarte a comer algo y que charlaramos, como viejos amigos, que te parece? "

"Claro, Alonso, como podría negarme, sería maravilloso poder hablar y reirnos, como en los viejos tiempos ".

EL LAGO DE LAS ALMASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora