El reloj apuntaba las cuatro y media y ___________ tuvo que recoger sus cosas y ponerlas en su taquilla, era la hora de irse a casa, después de todo el trabajo que había tenido esa mañana, aunque era una rutina que no acababa acostumbrándose. Cerró la taquilla de golpe y se dirigió a la salida de la sala de profesores donde solo quedaban tres profesores, incluyéndose.
-___________ -Alzó la voz uno de sus compañeros de trabajo, ella dejó de rebuscar el móvil en su bolso y levantó la vista al mismo momento que frenó sus pasos hasta la puerta de salida.
-Dime. -Le sonrió, sacando su mano del bolso y dejando a un lado la búsqueda del móvil desaparecido entre todos los objetos que contenía en el bolso.
Eduard le sonrió de vuelta y avanzó sus pasos hasta llegar a donde ella se encontraba.
Con un papel en la mano se paró a su lado.
-¿Te vas a casa? -Preguntó provocando que una leve confusión invadiera la cabeza de la chica.
Ella tragó saliva a causa de su pregunta. -Sí, claro. -Asintió con la cabeza. -¿Por qué?
____________ se colocó algo nerviosa por la cercanía de Eduard y eso tenía una explicación. Desde el primer día que pisó la universidad para empezar su nuevo y actual trabajo, Eduard se aseguró de presentarle a todos sus compañeros y de recorrer la universidad de arriba abajo para que fuera conociendo y adaptándose al lugar.
Y desde ese día, día tras día, Eduard se encontraba a su lado hasta que ella le aclaró algunas cosas que se debían poner sobre la mesa. Una compañera, Anna, le avisó que lo hacía con todas las profesoras que venían nuevas, le tiraba los trastos de una manera no muy sutil y ella tuvo que aclararle que tenía una relación estable con una persona, que ni si quiera existía.
Eduard acabó dejándole espacio por respeto al “novio” y le hablaba escasamente y cuando era necesario. Eduard era un chico atractivo y con un cuerpo fornido pero ella se tuvo que inventar tal cosa por la diferencia de edad, se llevaban en comparación dos años, pero ella tenía una manía la cual la ponía en regla cuando era necesario. No saldría jamás con un chico con menos edad que ella, pero no decía lo mismo cuando aparecían los dos chicos de su clase y le resultaba algo extraño.
Porque la diferencia de edad era algo notable.
-Por que te toca una guardia ahora. -Susurró con la cabeza agachada hacia el papel que tenía en la mano.
-¿Ahora?
-Sí, ahora… -Asintió apenado por ella. -Lo siento. -Hizo una mueca pasándole el papel de los castigados.
Ella suspiró y se despidió de él de inmediato ya que la hora de los castigados había empezado hace cinco minutos. Sus pasos se intensificaron yendo a la clase donde se convocaba hoy a los castigados. Suspiró y abrió la puerta de la clase, adentrándose en ella se fijó en una persona que se hallaba callado en su respectivo lugar.
Frunció el ceño dejando su bolso en la mesa.
-¿Bruno? -Preguntó confundida, viendo como el “empollón” de la clase estaba sentado con las manos sobre su cabeza.
Él levantó la cabeza y asintió con la cabeza.
-¿Qué haces aquí? -Preguntó caminando hacia él.
-Castigado. -Respondió cortante.
-¿En serio? ¿Castigado? -Preguntó a lo que él asintió con la cabeza. -¿Por qué? ¿Qué has hecho?
Él se encogió de hombros, y levantó la mano para colocar correctamente sus gafas de alta graduación. -Llegué tarde a la clase… Pero no fue mi culpa, unos tipos me encerraron en el baño y no podía salir.