- Y mira a ese, que cuando se gradúe será el tipo de periodista que se folla a putas ucranianias en Crimea. Regalará botellas de champán mientas deja que le hagan cualquier cosa ahí abajo. Malditos sean esos cabrones infames que se aprovechan de niñas jóvenes. Y malditas sean ellas, por hacer lo que hacen, sabiendo cómo están.
Enzo levantó la cabeza de la barra. Las letras de neón al otro lado de la barra bailaban y también el camarero, un tipo negro con una bata azul como de franela. El cordón de la bata se movía con los movimientos que él hacía, mientras servía otras copas. Levantó la copa para que se la volviese a rellenar. El tipo lo hizo sin preguntar, como si estuviese echando agua en ella.
- No lo sé - dijo el tipo -. Si no estuvieran en guerra, seguro que tendrían una vida de puta madre.
- No te equivoques, Sócrates. En este puto país nadie puede prosperar. Y si no, míranos a nosotros. Seguramente este sea el puticlub más decente que haya en toda esta carretera. Y en el que menos Guardias Civiles hay. Y de qué sirve eso. Las chicas nunca podrán salir de aquí, y nosotros estamos atrapados igual.
- Eso lo dices tú porque no tienes trabajo. Aquí el único que pringa soy yo. Esas putas al menos duermen aquí y no tienen que desplazarse hasta el hostal en el que vivo. En todo caso, la puta soy yo. La puta entre todas las putas.
- Porque te ofreces a los únicos hombres que pasan por aquí. Al menos no tienes una vida miserable. Mírame a mí. Sucio, sin trabajo, sin esperanza, sin nadie con quien acostarme, me duele el costado y creo que es por el hígado, el dinero solo puedo gastármelo en beber porque es para lo único que tengo, tengo antecedentes penales y no puedo volver a trabajar en la gasolinera, las chicas de este antro me odian, y tú estás a punto de hacerlo. Yo sí que soy la puta entre las putas. Maniatado estoy - subió los brazos hacia el cielo como si fuera a rezar - oh dios mío, estoy maniatado, como un esclavo, ¡qué será de mí!¡Cuánto merece la pena vivir!
Enzo se levantó dando tumbos del taburete y bebió de la copa con los brazos en alto, como si se la escanciara en la boca.
¡Pero qué más da! ¡De todas maneras, hoy estamos de celebración!¡Es el día del trabajador!
Y bebió de su copa, con las manos temblorosas a punto de caerse al suelo. Empapado en sudor. Sócrates lo miró sonriendo ampliamente y caminó hacia la cocina, desabrochándose la bata. Las letras bordadas, relucían bajo la luz.
- Sí, el día del trabajador... voy a trabajarme bien a una de las nuevas cuando termine.
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31 caras
Conto31 identidades, fracasos, borracheras, pares de ojos, manos, heridas. 31 fragmentos de personajes en un puzle que no termina nunca.