Haces de mi misma un hogar

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Escribo sobre la tristeza porque me aterra que me gane,

que se quede con mis palabras,

que sea quien llene mis manos.

A veces trato de comprender que la misma ciudad donde se esconden tus ojos,

es la misma que reclama que hace falta otra mirada,

para ser.

Porque cuando decides irte todo se pinta de color,

y a mi el color me aburre.

Porque cuando pido que te quedes realmente espero que lo hagas,

para que mis mañanas cobren sentido.

Aun así la tristeza me invade y debo entender que me acompañará siempre,

pero nunca tuve tantas ganas de ponerle tu
nombre a mis días,
y que tus manos escriban mi tristeza.

Nadie me enseño a escribir,
lo que intento decir siempre,

es que cuando ya mi tristeza no cabía en mi cuerpo,
debí dejarlo en un papel no con letras,

si no con manchas de la misma tristeza negra que derramaban mis ojos.

Ahí comprendí que mis poemas debían llevar tu nombre a partir de hoy,

que a veces no todos merecen el cielo,
pero creo que al fin le pertenece a alguien.

Puedo dejar gotas de mi sobre tu espalda si tan

solo así sería la forma de que con mi tristeza

florezcas.

De intentarte explicar esos miles de intentos fallidos,

de resistirme a escribir,

cuando hasta el tiempo me gritaba tu nombre.

Solo se que sin tus manos quizás jamás hubiese podido escribir,

o dejar en cientos de lugares palabras,
que solo te pertenecen a ti

-y aunque no te veía siempre fueron tuyas-

Te pertenezco amor,
hace siglos,

y aun así jamás tuvimos la necesidad de hacernos explotar en pocas horas,

te pertenezco porque acompañas mi tristeza,
te pertenezco porque me quieres y quererme significa que te quieras.

Y me gusta pertenecerte,

porque a tu lado me siento cierta,
y tu te sientes libre,

como es que jamás me atreví a cruzar tu puerta,
sabiendo sin verte,

qué haces de mi misma un hogar al que siempre,

pero siempre,
podremos volver.

La Invisibildiad de amar otro cuerpo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora