-Le hace bien al mundo

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Un día,
en el que su tristeza
cabía perfectamente en la mía,
su pecho llegaba a fundirse con el mío,
y yo se que a usted no le alcanzó mi pecho,
para anidar su tristeza,
que los días le sobraban,
no me quejo
se que mi alma es chiquita,
y que sus manos no puedan agarrarla.

Confieso,
que por mas chiquita que sea,
pesa mucho,
y aun así usted me dejó tocar su tristeza,
sus heridas,
y le agradezco,
por primera vez amé heridas que no eran las mías.
-y la verdad es que jamás creí eso posible-

Tampoco creo posible,
que usted vuelva a caber en mi pecho,
y que sus manos sepan
cual es la parte de mi pelo que deben agarrar,
no le culpó,
usted nunca supo que parte de mi pelo
deseaba ser suyo,
y si usted no lo sabe,
pues yo tampoco se
si quiero sus manos
sobre mi pelo.

Esos días,
en donde ya no había solo una tristeza,
eran dos,
y le juro,
que mi tristeza,
se había enamorado de la suya,
y suele aparecer
cuando usted no esta,
a mi tristeza,
y a mi,
usted nos duele.

Se que usted puede caminar
dos centímetros por sobre el aire,
y que cuando está triste,
suele elevarse,
por eso es que me maravilla,
que en ves de anclarle,
su tristeza,
le eleva.

Usted,
se sostuvo de mi peso
porque aunque amaba volar
le aterraba que sea la tristeza quien le eleve,
usted sabia que mi tristeza no es de la liviana,
y aun así,
necesitaba quedarse,
pero su tristeza le ganó a la mía,
y el desamor me ganó a mi.

Es por eso
que le digo,
que aprenda a saber cuando elevarse y cuando anclarse,
porque estar por sobre dos centímetros del aire,
es algo así como un limbo,
-algunos estamos hechos para ese limbo pero...
créame,
que usted pertenece al suelo,
porque la tierra sin su tristeza,
sería algo así como un desierto de sentimientos.

La Invisibildiad de amar otro cuerpo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora