Capítulo II. Pox, Taberna y Mezcal

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6 de enero de 1980

−Diciembre debería ser eterno − susurré, mientras aun respiraba los restos del aire contaminado por tu cuerpo. Sentía frio, la habitación abrigaba demasiado silencio, no me era suficiente contemplar la sortija que me habías dejado, tampoco me servían tus fotos en blanco y negro, estaba en paz, pero te echaba mucho de menos. El olor del café sobre la lumbre, pan de trigo sobre la mesa, tu sombrero en mi mano, y mi corazón rezando para que llegaras con bien a tu centro de trabajo. Vaya tarde de enero.

El silencio se rompió, alguien llamaba a la puerta, no quería recibir a nadie, pero seguro lo necesitaba.

– ¡El gran Ikhal y sus ciento cincuenta valientes caballos! ¡Viejo amigo del alma! − exclamó con una sonrisa en el rostro, el comandante Yunuen Bautista.

− ¡Voy a casarme! − con entusiasmo contesté, casi con lágrimas en los ojos.

−Siempre supe que Andrea era la indicada para ti − me decía, mientras sacaba varias botellas de Pox, Taberna y Mezcal de su maleta, − ya era hora que, después de tanto tiempo, durmieras con un poco más de paz en el alma, espero en su regazo halles divino descanso, que su amor te alimente en tiempos de frío y hambruna, y en tiempos de guerra sea tu sustento.

−Andrea es esa fuente de paz que alimenta a mi alma, es descanso para mis demonios caídos, es fuego que castiga en soledad y luz cuando estoy a oscuras, a su lado nunca he sentido frío, sus manos hierven más que el sol y en sus ojos se hospedan todos los veranos.

Cualquier otra persona se hubiese aburrido al hablarle de ti, pero Bautista era mi mejor amigo, conocía nuestra historia, y aunque su vida amorosa contrastaba con la nuestra, era muy sabio aconsejando.

−Soy mejor con un arma en la mano, me llegan más propuestas de la muerte que del amor− decía con una sonrisa resignada, con la cabeza agachada observando las municiones de su revólver.

−Dale tiempo a Kenasha, no hay batalla más dura que el amor no pueda ganar, los dioses están de tu lado, y ella todavía te ama, tienes las de ganar.

−Afortunado tú por encontrar a una mujer que te ama de verdad, afortunada Andrea por encontrar a un hombre que le ha jurado lealtad, afortunado yo por encontrar un amigo en quien confiar y afortunado el pueblo por engendrar héroes que le darán la libertad.

Quién no iba a conocer al comandante Bautista, se habían escrito trovas ya de su reconocible valentía y diplomacia, héroe de los pueblos olvidados y defensor de los más necesitados. Había conquistado el corazón de los Sierreños pero había perdido el corazón de su amada. Él mismo decía: "No en todas las guerras vamos a ganar, algún día nos tocará perder", y si, en el fondo la peor guerra le estaba robando la vida.

Despuésde tres litros de Pox y un mezcalito en mano, la habitación ya no estaba tanfría, tu recuerdo era más tangible y hasta te veía pasear por toda la cocina. Túle ponías más leños al fogón, mientras yo y mi buen amigo Bautista recordábamosnuestras heroicas historias en combate. Los coyotes comenzaron a cantar,mientras una lluvia ligera los acompañaba con un hermoso baile folklórico, ycon el último mezcal minero, brindamos por nuestros hermanos caídos, brindamospor nuestros amores, brindamos por nuestro regreso. 

EL INCENDIO MÁS LARGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora