Capítulo VI. Una hermosa revolución (primera parte)

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15 de marzo de 1953

Los dioses, por encima de la tierra, soplaban, armando una canción en el aire, una composición labrada a manos de seres inmortales para hacerla sonar a oídos de seres mortales. Estaban tan felices que hicieron sonar las campanas, el cielo se abrió y una especie de seres diminutos descendían a la tierra en forma de agua, ángeles arrojaban juegos pirotécnicos iluminando los pastos mojados de San Pedro Remate. Las sirenas, de curiosidad, salían de sus pozos para ver tal hermoso espectáculo, algunas susurraban chismes, como siempre, y otras hablaban de un acto ceremonial, protagonizada por los mismos dioses.

− Es hermoso, ¿lo ves? – con una sonrisa, con sabor a agua salada, exclamó aquella madre primeriza

− Tiene tus hermosos ojos... pero también tus horrendas orejas – contestó aquel campesino con el alma regocijada.

− Es un regalo de los dioses, por fin contestaron mis plegarias

− Lo sé, los dioses han sido bueno con nosotros, pero, me preocupa la lluvia, puede ser de mal agüero

− Al contrario, la lluvia es una bendición, es el agua que nutre a la tierra, que quita la sed y refresca al alma. – ¿Oyes hijo mío? ¿Escuchas esos truenos? Son los dioses celebrando tu llegada. Mi hermoso niño... serás grande entre los hombres, harán tocar las marimbas en tu nombre, compondrán canciones de ti, muchos versos y muchos poemas, serás muy fuerte y muy valiente, aunque afuera esté lloviendo tú por dentro arderás como un incendio.

− ¿Cómo vamos a llamarlo mujer? – preguntó aquel campesino, acariciando a su hermosa criatura.

− Su nombre será Ikhal, porque me ha devuelto el espíritu.


22 años después...

Si la persona que un día juró amarme siempre, es la misma que, sin piedad, enterró en mi ya lastimada alma, este inmenso dolor, ¿Qué me espera de este mundo tan perverso?, sería muy tonto esperar días buenos, sabiendo que las buenas personas ya se están extinguiendo. Meditándolo bien, este sufrimiento no es culpa de ella, es culpa mía, claro, yo soy el culpable por creer en sus tontas promesas, ¿pero qué le voy hacer? Si tan dulce era ese veneno que me dio a beber, si fuera aun más tonto seguiría bebiendo de sus labios. Pese a dos años sin saber nada de ella, aun sigue abierta la herida, todavía me sigo desangrando, y lo peor es que nada ha evitado sentirme vacío.


Lunes 11 de agosto de 1975

Después de la típica ceremonia, y de que los políticos se tomaran fotos y dieran largos y aburridos discursos, aburridos porque la mayoría de sus palabras siempre suelen ser mentiras, pasamos a ocupar nuestras respectivas aulas. Que nervioso me sentía, y más cuando la gente se me quedaba viendo de pies a cabeza, fácil deducían que yo no pertenecía a esa "clase social", pero, no me jodan, estaban igual de vacíos que yo.

− Buenas tardes jóvenes, bienvenidos a la Universidad de Medicina Humana. Que afortunados son al iniciar esta hermosa e interesante carrera, espero que todos puedan egresar satisfactoriamente y ejercerla con mucho orgullo. Haremos la siguiente actividad; cada uno se va a presentar y a decir algo breve de ustedes, para que se vayan conociendo. Empezaremos con la chica de negro de la esquina.

− Buenas tardes a todos, mi nombre es...

A tres años de estar viviendo en la capital Tuchtlán, poco me había acostumbrado a tratar con personas distintas a la de mi pueblo natal, aunque no me familiarizaba a sus costumbres, ni a su ritmo ni filosofía de vida, estar en la ciudad me daba ciertas ventajas; en Tuchtlán aprendí a usar una computadora, teléfonos, y veía otras cosas que en el pueblo aun no se conocían. Sin embargo, extrañaba en el alma, el apacible canto de los pájaros por la mañana, el olor a café de olla, unos platanitos sobre la brasa y unas tortillas de maíz pinto recién salidas del comal. Nada podía suplantar, la delicia de amanecer en un rincón del cielo, pero, tenía que hacer ciertos sacrificios para poder lograr mis objetivos, aunque eso significase visitar el infierno un par de veces.

EL INCENDIO MÁS LARGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora