Capítulo V. El amor es un suicidio

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− ¡Ikhal! ¿Están bien? – Preguntó agitado y con el revólver en la mano, el Subcomandante Bautista – los perdimos de vista, creí que algo pasaba.

−No te preocupes, queríamos sentir el aire frío y fresco de la Montaña

− No sabemos, éstos podrían ser nuestros últimos bocados de aire fresco, las últimas plegarias y nuestra última confesión – pronunció Conchi, observándome de pies a cabeza. Después de apartarme la vista, sacudió sus botas y le ordenó a Canelo, su caballo, a continuar con el viaje.

− ¿Está todo bien? – preguntó Bautista, en voz baja, a espaldas de la comandante Conchi.

− Ya la conoces, estoy bien, al caer la noche se arregla todo esto – contesté seriamente, pero no pude contener la risa, a lo que Bautista soltó sin disimular una carcajada.

− Pinche Ikhal, los dioses te van a castigar – continuaba riendo, mientras guardaba el revólver en su piernera.

− Estoy bromeando – sonreí, mientras observaba, a cinco metros delante de mí, la hermosa silueta de lo que un día fue un amor imperecedero.

Después de un par de horas más, llegamos a San José de Chicharras, ahí nos esperaba don Oliverio Santizo, uno de los creadores del Ejército Comunitario Región Sierra Sur (ECRSS). Campesino, de 60 años de edad, un sobreviviente más de la masacre del 1961, razón por la que al ser desplazados decidió radicar en esa localidad, sin embargo, pese a los muchos golpes seguía, en pie de lucha, defendiendo al pueblo.

San José de Chicharras era un punto muy estratégico, los paramilitares tenían que pasar por ahí con sus carros. Eso daba mucho tiempo para alistarse, repeler y evitar el ingreso de los "verdes", como así se solía llamar a los militares. Con todo eso, los habitantes, no participaban ni eran parte del ECRSS, únicamente don Oliverio y unos cuantos hombres, avisaban, por radio, al Sub. Bautista, cuando era necesario.

− ¡Buenas tarde don Olivero! ¡Nunca se cansa usted de la mala vida! – Exclamó fuerte y alegremente Bautista, mientras desmontaba del caballo.

− ¿Qué tal vos? Aquí seguimos, no queda de otra, buenas tardes licenciado – con una sonrisa nerviosa, contestó don Oliverio, estrechando la mano del Sub.

− Buenas tardes don Oliverio – me acerqué pronto a saludarlo con un abrazo

− Buenas tardes mijo – seguía con esa nerviosa sonrisa. − También mi chula viene con ustedes, mirala nomas – se apresuró a abrazar a la comandante Conchi.

− ¿Cómo está don Oliverio? – una tierna voz se emitió de los hermosos labios de aquellas trenzas rebeldes.

− Bien mijita, gracias a los dioses bien

Después de saludar al resto de los compañeros, entre bromas y nostalgias resguardadas, su rostro comenzó a delatar preocupación. Soplaron unos cuantos segundos de silencio y sin más que decir, viendo hacia el rostro del Sub. Bautista, dijo:

− Tenemos que hablar – segundos después me miró fijamente a los ojos.

En una casita rustica de adobe, con troncos de cedro como sillas, mezcal sobre la mesa y con el fogón encendido, nos sentamos la directiva del ECRSS. El Subcomandante Bautista, los ex-comandantes Oliverio y Gilberto y como comandantes: Conchita y yo, los más jóvenes del comité.

− Como sabrán, éste nuevo gobierno ha desconocido, en su totalidad, el acuerdo que se firmó, a favor de la paz, con las anteriores administraciones. Han empezado, otra vez, a querer sacarnos a la fuerza de nuestras tierras, hace dos años empezaron hacer uso de la fuerza militar...

EL INCENDIO MÁS LARGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora