Capítulo 5: Link Start

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Lexa POV

Los primeros momentos de una inmersión y en especial, en una simulación nueva, siempre son confusos. Tu cuerpo se siente extraño durante un par de minutos mientras se adapta (que no es tu cuerpo realmente, si no tu mente entrando en un cuerpo digital) y tener una leve sensación de náuseas es completamente normal.

Estaba de rodillas, con las palmas apoyadas en el suelo, tratando de respirar calmadamente. En cuanto lo logré comencé a abrir los ojos despacio. No estaba equivocada en las sensaciones que mis manos me habían transmitido (ventajas de ponerme la sensibilidad al 80% para vivir el juego de forma completa), lo que sentía era la humedad de la hierba y la tierra bajo mis palmas, con la aspereza de las hojas caídas hacía ya un tiempo. Fui levantando la cabeza poco a poco hasta vislumbrar la luz del sol que atravesaba los frondosos árboles. Sonreí sin poder evitarlo al percibir el olor a pino y eucalipto, y aún más al sentir como la brisa azotaba suavemente mi rostro y hacía moverse levemente mi pelo. Incluso mi piel sentía la humedad del ambiente. Aquello era jodidamente increíble, una inmersión simplemente perfecta, como la habían descrito.

En otros juegos sentías frío o calor, depende de lo que hubieran programado. Aquí podía sentir perfectamente el clima suave de un día de otoño, de esos que sabías que en cuanto el sol se fuera tendrías algo de fresco y que si no llevabas la chaqueta adecuada la humedad te calaría. Me levanté poco a poco y estiré los brazos sobre mi cabeza. Después pegué un par de pequeños saltos y corrí hasta el árbol más cercano mientras hacía aspavientos absurdos con los brazos. Mi cuerpo respondía a la perfección.

Casi como un golpe, llegó a mi mente el recuerdo de donde me encontraba y dejé de moverme como un toro en una cristalería adoptando una postura mucho más cauta, casi como un comando. Saqué mi espada del cinto en el que la portaba a la espalda y comprobé la pequeña bolsa con la que cargaba: pedernal, algo de comida y agua, una piedra de afilar, alambre y cuerda. Además, mi espada básica y la funda para llevarla. No era mucho, pero lo suficiente para empezar. Había tenido que sacrificar parte de los víveres para poder portar esta arma, pero para el modo en el que debía jugar era necesario. Mis puntos de habilidad se partían a partes iguales entre habilidad con armas de filo y supervivencia. Ya iría adquiriendo más para otras minucias, pero esto era lo que podía salvarme el culo de forma inmediata. Además, un cinco sobre 10 en combate me convertía en una guerrera bastante aceptable y en alguien que no se perdería en el bosque. Me alegraba infinito de no haber caído en una zona desértica o a priori hostil.

Porque tras permanecer en silencio un rato observando y, lo que es más importante aún, escuchando, estaba segura de que por allí lo más grande que había eran ardillas y tal vez algún conejo. Escuché el arrullo del agua y me encaminé hacia allí con precaución. Un arrollo de un metro de ancho y tal vez un par de pies de profundidad discurría a escasos 50 metros de donde había realizado mi entrada. Miré mi reflejo en él y una mujer que se parecía a mí me devolvió una sonrisa serena.

No solía cambiar demasiado mi aspecto en las inmersiones (salvo en juegos que así lo requerían, como en los de fantasía al pertenecer a otra raza o en los que no llevaba a un ser humanoide). Tan solo...me mejoraba. Tenía al menos 5 kilos más de masa muscular, mis rasgos se veían mucho más marcados, no tan redondeados como eran en realidad y quitándome esa apariencia infantil que tanto le gustaba a mi madre. También había oscurecido levemente mis ojos con unas ojeras bastante marcadas que resaltaban aún más mis ojos verdes y cambiado mi melena aburridamente ondulada por un entramado de pequeñas trenzas que la mantenían fuera de mí cara y que me otorgaban un aspecto primitivo. Mi indumentaria constaba de botas altas, leggins negros y una camiseta del mismo color sobre la que portaba una pequeña coraza oscura hecha de cuero y remaches de antiguas piezas de ropa.

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