CAPITULO 1 (Parte 2)

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No me gustaba que me llamaran así, ese era el apodo que usaba mi padre conmigo, ricitos, "mi ricitos"...

— Lo siento, es que me encantan tus hermosos ricitos dorados que rozan tus caderas, y esos puntos que adornan tu cara... tus perfectas curvas.

Si no lo conociera diría que estaba coqueteando conmigo, pero no, el era un perfecto idiota, y siempre que hacía estas cosas estaba pensando en como acabar con mi paciencia.

— Sabes que me fascinan tus ojos color miel, me encanta la manera en la que se tornan azules cuando estás al sol, como en este momento.

Caí en cuenta de que me estaban dando los rayos del sol justo en la cara, pero antes de que pudiera hacer algo. ¡Pum!

— ¿¡No puedes ser una persona normal!? ¡Eres un idiota!

Me había empujado a la piscina el muy pendejo, y a pesar de que estaba al sol, el agua estaba muy fría.

— Erick, ¿Qué vas a hacer?. Ni se te ocurra. No. ¡No!

Y se lanzó al agua, chapuceándome toda al instante antes de poderme mover o hacer algo para impedirlo, verdaderamente yo no tenía un amigo normal, ¿O qué clase de persona normal empuja a alguien al agua para luego tirarse él con todo y ropa?

Nos quedamos jugando en la piscina un rato. El tiempo había pasado volando, cuando quisimos caer en cuenta ya estaba precediendo el crepúsculo. Salimos de la piscina y nos cubrimos con toallas para dejarnos caer en las tumbonas.

El paisaje que se podía observar desde ahí era muy hermoso.

No sé si fue el hecho de ver algo tan espectacular como lo era aquella tarde, la suave brisa que acariciaba mi rostro, sentirme tan tranquila y relajada, o el hecho de haber vivido junto a Erick momentos tan especiales como esos, pero de pronto me quedé pensando en lo afortunada que era en tener un amigo como el, que fuera de sus bromas y la manera tan fácil en la que conseguía sacarme de quicio, me hizo ver que después de todo, la vida no era tan mala.

Siempre que hablábamos terminaba diciéndome que la vida dependía del ángulo en que la mirara; y me sorprendía la manera en la que él veía las cosas, siempre le sacaba el lado bueno a todo.

Lo admiraba por ser el hombre perfecto de mi vida, después de mi padre. Y si, quizá como el decía, todo tenía un propósito, toda acción tenía su reacción, y todo lo que pasaba tenia que pasar.

Para él siempre había sido el destino, todo lo que pasaba estaba destinado a ser.

Yo sentía que era así, pero haberlo conocido a él era algo que me hacía pensar en las casualidades, aveces sentía como si estuviéramos destinados a estar en mundos opuestos, siendo almas gemelas destinadas a nunca encontrarse y el planeta hubiese dado un giro inesperado.

Realmente eramos iguales, hasta en nuestras fechas de nacimiento coincidíamos, a mi este simple hecho me parecía demasiado surrealista, no vamos por la vida conociendo personas que se parezcan tanto a nosotros, pero ahí estábamos Erick y yo, demostrando lo impredecible que podía ser el planeta.

Y para completar nuestra historia tan irreal y a la vez tan real, ambos habíamos perdido a nuestros padres de la misma manera y justo después de cumplir 15, no el mismo día, pero si muy cerca, solo que a diferencia de mi, él no se había tenido que mudar a otro lugar porque su madre se casara con un multimillonario sin importarle su vida.

— Majo, ¿No crees que eres muy afortunada? — me dijo Erick de repente, como si de alguna manera estuviese leyendo mis pensamientos y automáticamente salí de la burbuja en la que estaba inmersa.

Buscando La Felicidad.. [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora