Naoko conducía a toda velocidad por calles secundarias, evitando los terribles atascos que padecía Tokio en las primeras horas de la mañana, no en vano se trataba de la urbe más poblada del planeta.Era tal su grado de concentración que sus ojos parecían fundirse con la carretera y sus manos se deslizaban del volante al cambio de velocidades como si mujer y máquina formaran un único ser.
Apenas media hora antes, a poco de haber dado la orden a las computadoras para bloquear el ataque de la secta Koruki-ya contra las centrales nucleares, los piratas de la fky7 habían estallado en un grito de júbilo, se habían repartido abrazos e incluso se habían besado abiertamente, cosa que rompía todas las normas de conducta de la sociedad japonesa.
Entre las manifestaciones de euforia, Hange pudo reconocer la palabra champagne saliendo de los labios de alguien, algo que le hizo pensar en una fiesta de Fin de Año, lo cual no dejaba de tener su ironía, ya que lo que se había evitado era precisamente el inicio, no ya de un nuevo año, sino de una nueva era de espanto.
Hange compartía la alegría por el éxito, pero no podía sumarse a la excitación general, puesto que su cabeza estaba con Levi y Sam.
Confiaba en que la secta tardara un buen rato en advertir que había sido vencida, dándoles tiempo a escapar o, en el mejor de los escenarios posibles, que hubieran liberado a sus prisioneros con el convencimiento de que ahora, cuando el planeta se encontraba al borde del cataclismo, ya no era necesario matarlos.
Naoko sacó a Hange de sus fantasías al agarrarla del brazo y hacerle un gesto con la cabeza en dirección a la salida. Al igual que ella, la japonesa no se había sumado al estado de alborozo general. Permanecía en un rincón de la sala con una expresión en el rostro en la que, como mucho, podía leerse una cierta satisfacción por el éxito alcanzado.
Ahora arrastraba a Hange hacia el exterior y juntas atravesaron el pasillo y entraron en la sala de entrenamiento, donde Naoko hizo acopio de su equipamiento y material de combate.
—No podemos perder ni un minuto —dijo—. Hemos de ponernos en marcha ya. Tal vez la Gran Dama tarde un rato en darse cuenta de que las centrales no han explotado y podamos pillarla con la guardia baja. La vida de sus rehenes corre peligro.
Cuando Naoko hubo recogido cuanto necesitaba, ambas chicas se dirigieron al ascensor y, una vez dentro, Hange preguntó:
—¿Nadie nos acompaña?
—No puedo exigir a mis chicos que hagan nada más. Los miembros de la fky7 sólo son hackers, no soldados. Si los alejas de las pantallas de la computadora, se quedan bloqueados.
Además, son pacifistas por naturaleza y no tomarían un arma por nada del mundo. Tampoco tenemos una estructura militar que nos respalde, ni hemos buscado la ayuda de organizaciones políticas o grupos similares. Somos una organización secreta, así que nadie conoce nuestra existencia, ni la conocerá jamás.—¿Y nunca se les ocurrió pensar que, más tarde o más temprano, tendrían que pasar a la acción física?
—Nunca pretendimos un enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Nosotros nos limitábamos a atacar a la secta digitalmente, a desbaratar sus planes, a infiltrarnos en sus computadoras. No estamos preparados para la lucha física y no pienso pedir a mis amigos que se lancen en pos de una muerte segura. Mis piratas han tenido que sacrificar muchas cosas y su compromiso ha sido impresionante. Encima no voy a ponerles una pistola en la mano y arrojarlos a las fauces del lobo.
—Entonces, ¿estamos solas?
—Estamos solas.Hange entendía la situación y guardó silencio. Le vinieron de inmediato a la mente las palabras de «El Bufanda» cuando le aseguró que no tardaría en descubrir que Naoko era la persona en quien más podría confiar.
ESTÁS LEYENDO
-Levihan- Los hombres que querían apagar la luz del mundo
Random[TERMINADO] [Continuación de el libro: La mujer con el corazón lleno de tormentas] Último mensaje. El chico de la habitación está en peligro. Ayudenme a liberarlo de la secta Koruki-ya. Aunque Ojo de Tiburón ha muerto, la secta ha secuestrado a L...