Hange apenas pudo dormir aquella noche. La impresión de haber cazado a Naoko tramando algo turbio con aquel desconocido en el exterior del restaurante con el karaoke no la abandonaba.¿Podría ser una infiltrada de la secta? ¿Estaba intentando sabotear los planes de los hackers que luchaban contra la Koruki-ya? ¿Estaba encandilando a Sam para que no intercediera en la liberación de Levi?
Sin embargo, tan pronto tomaba estas interrogaciones por ciertas como las desdeñaba.
Quizá todo era producto de su imaginación paranoica. Quizá los nervios de encontrarse en tierra extraña le habían hecho perder el juicio. Quizás el estrés de saberse a punto de cumplir una misión crucial le hacía detectar señales de alarma donde no había nada. Quizá estaba dejándose llevar por el enfado que le había provocado contemplar el modo en que Sam buscaba el contacto con Naoko.
Quizá, quizá, quizá...
Se pasó el trayecto en coche de regreso al «Salón Internacional del Videojuego» lanzando miradas disimuladas a aquella japonesa de cutis de marfil, intentando leer alguna huella de inquietud en su rostro, tratando de desentrañar la verdad que se ocultaba tras aquellos ojos rasgados. Fue en balde. Como el resto del pasaje, Naoko iba en silencio, con la mirada abstraída tras las ventanas de la furgoneta, denotando una combinación de relajación y cansancio.
La falta de pistas aumentó la confusión de Hange, que se preguntaba si debía compartir sus sospechas con Sam. ¿Cómo se lo tomaría? ¿Estaría siquiera dispuesto a escucharla? ¿Aceptaría que, a fin de cuentas, no sabían nada sobre la tal Naoko?
Lo más probable, viendo sus desesperados intentos por seducirla, era que rechazara sus insinuaciones y se mostrara dolido ante ellas, cosa que depositaría a Hange frente a un temor todavía más profundo: que Sam interpretara sus palabras como resultado de los celos y que la considerara una niña que se había enamorado de él.
Menudo lío mental.
Lo más sensato era olvidar todas aquellas sospechas y centrarse en la liberación de Levi, pero ¿y si su corazonada era cierta y su negativa a mover ficha acababa teniendo consecuencias fatales? ¿No era mejor compartir sus dudas y cerciorarse?
Lo peor que podía ocurrir, si al final se equivocaba, era una situación embarazosa que la dejara en mal lugar, un precio muy bajo en comparación con los peligros derivados de estar en lo cierto.
Una vez más, enfrentarse a la posibilidad de que fueran los celos lo que de verdad la había puesto en contra de Naoko la incomodó. Se sentía culpable por haber creado un vínculo tan especial con Sam cuando el objetivo de su viaje a Tokio era salvar a Levi.
¿Cómo estaría su amigo en estos momentos? ¿Se habría agudizado su enfermedad? ¿Habría caído bajo los efectos hipnóticos de la secta? ¿Se acordaría de ella? ¿Cómo reaccionaría al enterarse de que se encontraba en Japón?
Por su cabeza desfilaron algunos buenos recuerdos: conexiones por Skype en las que ambos se habían mostrado tan tímidos que delataban que se estaba gestando un sentimiento muy especial; su aparición por sorpresa en el edificio abandonado donde La Sombra planeaba sacrificar a los chicos; el modo en que habían estado abrazados durante el camino hacia el hospital... Dentro de aquel vehículo que cruzaba una ciudad infestada de rascacielos y de luces brillantes, Hange volvió a sentirse conectada con «El chico de la habitación» y pensó que, si no se hubiese tratado de alguien tan enfermo y problemático, de no haberse conocido en circunstancias tan difíciles y extremas, de no haberse interpuesto la Gran Dama entre ellos, su relación habría llegado muy lejos.
Era algo muy instintivo que la realidad no había permitido poner a prueba, pero en el fondo sentía que estaban hechos el uno para el otro.
Sonaba ingenuo y quizá ridículamente romántico, mas se lo dictaban sus tripas.
ESTÁS LEYENDO
-Levihan- Los hombres que querían apagar la luz del mundo
Acak[TERMINADO] [Continuación de el libro: La mujer con el corazón lleno de tormentas] Último mensaje. El chico de la habitación está en peligro. Ayudenme a liberarlo de la secta Koruki-ya. Aunque Ojo de Tiburón ha muerto, la secta ha secuestrado a L...