Capítulo 7

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Narra Miriam

Un pequeño rayo de luz que se colaba por la persiana me iluminó la cara e hizo que abriera los ojos lentamente.

Remoloneé un poco por la cama, hasta que me giré hacia el lado donde había dejado durmiendo a Ana y a Leire. Me restregué los ojos con las manos y los abrí bostezando.

Lo primero que pude ver fue las caritas de Ana y de mi sobrina. Leire tenía su carita apoyada en el pecho de Ana, mientras que la canaria tenía sus brazos por alrededor de la pequeña, abrazándola. Sonreí de ternura. Eran dos de mis personas favoritas.

Me quedé un rato mirándolas con una sonrisa tonta en mi cara. Me acordé de cuando me despertaba al lado de Ana y me quedaba embobada mirándola con su respiración pausada.

Y ahora parecía ilógico que la volviera a tener así, a escasos centímetros de mí.

Me puse a cuatro gatas y pasé por encima de sus cuerpos, sin tocarlas. Acabé detrás de la espalda de la morena y me pegué a ella, abrazándola por detrás.

Pasé mis manos por alrededor de su cintura y empecé a besar su mejilla suavemente.

Noté la sonrisa de Ana y escuché un pequeño suspiro, acompañado después de un leve movimiento.

-Miriam... - susurró. - Me haces cosquillas.

-Buenos días, canaria. - susurré contra su piel.

-¿Qué hora es?

-La hora perfecta para darte mimos.

Bajé mis labios por su mejilla, hasta acabar en su cuello. También colé mis manos debajo de su camiseta y la acaricié lentamente, dibujando pequeños círculos por sus costados.

La piel de Ana se erizó y echó su cabeza hacia atrás, apoyándola en mi pecho.

-Ay, Miriam... - rió bajito.

Sonreí de lado y seguí besando su piel. Bajé mi mano derecha lo suficiente como para rozar sus braguitas de encaje. Y con la izquierda subí hasta atrapar uno de sus senos, masajeándoselo lentamente.

-Miriam... - gimió.

-¿Qué pasa, canaria? - susurré divertida mientras seguía jugando con su pecho y bajaba la otra cada vez más.

-La niña... está... durmiendo... - dijo con dificultad.

-Si no haces ruido no se despertará. Pero si lo haces...

Mordí levemente su cuello y se lo chupé. Ana cerró los ojos con fuerza y abrazó más fuerte a la niña.

-Miriam, joder... De verdad.

-Tranquila, canaria. Que esto no ha acabado.

Colé mis dedos bajo sus bragas y fui acercándolos a su sexo. La canaria dio un respingo y se mordió el labio con fuerza cuando notó mis dedos tantear su entrada.

Me pegué más a ella. Y disfruté un poco más con ella, haciéndola sufrir con mis caricias.

-¿Te gusta que te de mimos?

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