Prólogo

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Lloras como nunca porque te sientes rota y diminuta, estás tan cansada de la traición, de las mentiras, del engaño de quienes te rodean, así que empujas el vaso de scotch medio vacío y bebes hasta la última gota.
Sobre tú escritorio aún reposa aquella foto con el marcó roto, una analogía de cómo te sientes ahora.
El teléfono suena por sexta vez está noche y solo pestañeas un par de veces, lo ignoras una vez más y te levantas, desvías brevemente tu mirada hacia el horizonte, y te haces una nota mental para pedir que cierren todo con cortinas oscuras lo más pronto posible.
Quieres evitar verle cuándo pase volando por el infinito cielo. Realmente desearías borrar todo y olvidarle definitivamente.

Caminas con algo de dificultad por el exceso de alcohol en tu cuerpo, aún así recoges tu bolso y sales de la oficina.

Pasas sin pronunciar palabras delante de tu secretaria, ni si quiera una orden para que se retire por la hora tardía.

Las puertas del elevador se abren y entras tropezando. Al cerrarse, por primera vez el espacio reducido en esa caja de metal te asfixia y algo retumba en cada fibra de tu ser. Es así como te sientes, encerrada en cuatro paredes y tan sola que da pena.
Lex tenía razón, no tienes a nadie, ni si quiera Lilian, ella también lo sabía y no fue capaz de echarte en cara esa verdad ni en los momentos donde tu le diste razones demás.
Llegas al auto y te metes dentro con torpeza, evitas el cinto de seguridad, lo cierto es que poco te ha importado tu seguridad desde que el secreto te fue revelado.

Giras el encendido y sacas el freno de mano, no te molestas en mirar al espejo retrovisor ni la cámara en el tablero, emprendes la marcha de forma errática e irresponsable.
Sales de L Corp a gran velocidad y decides tomar la autopista treinta y cinco, mientras tu mente reproduce una y otra vez aquella mirada antes de quemar todo de Kara o Supergirl.
Ya te da igual cómo llamarla en tus pensamientos, te preguntas si realmente ese es su nombre verdadero. Una vez más pruebas la sal de tus propias lágrimas y la visión se vuelve más borrosa.

En respuesta a ese estado de debilidad, presionas con más fuerza el acelerador y cambias a quinta la caja de velocidad, poco te importa una infracción de tránsito en estos momentos.
Las luces de la ciudad comienzan a atenuarse, quedan atrás y sólo el fuego que sale de sus ojos es lo que tienes presente en tu visión interior.
Todo pasa tan fugaz que no te da tiempo a reaccionar, giras con violencia el volante para evitar la colisión contra aquella furgoneta y te sales del camino.
Caes en picada, has soltado el volante y tu cuerpo siente las violentas sacudidas, cada golpe, cada desgarro de tu delicada piel, el cuello te gira y el dolor atraviesa brutalmente cada célula que te conforma.
Cierras los ojos y esperas tu final, porque sabes que esto es lo que mereces.
Finalmente piensas que la vida te hace pagar, por dejar morir a tu madre en aquel lago, por meter a tú madrastra en prisión, por asesinar a tu propio hermano.
Pagar también por tus tonterías, creer que podrías ser diferente, sumergida en la burbuja de esperanza, una que fue construida con mentiras, y pagar el haber cometido el error más grande que podías,  enamorarte de ella.

Después de mañana (Wattys 2019) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora