chapter 4;; daddy's girl

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Jade.

Hija de mi madre tenía que ser. Busqué de arriba abajo mi bolso, desesperada por encontrarlo, pero no se encontraba adentro del carro de Pezz, ni en sueños. Me maldecí de una y mil formas, hasta algunas que no se pueden mencionar ante ninguna prostituta o ladrón, así que imagínense como de fuerte fue. Agarré mi cabeza con mis manos y masajee las cienes con las yemas de los dedos, tratando de relajarme y buscar un lugar, algún otro maldito lugar en el que no hubiera revisado. Di vueltas por todo el centro comercial, y la única posibilidad que quedaba, era ese lugar. Maldita sea. Me encontraba con el móvil de Perrie, ya que ella había llevado su nuevo celular a su cita con el negro ese de la tienda. No sé, pero aún me daba mala espina. Saqué el móvil de Pezz, para llamarle y decirle que me rendiría, cuando un número desconocido comienza a llamar. Fruncí el ceño, pero después de todo, me decidí por contestar. — ¿Bueno?-dije un poco insegura; podría ser alguna de las conquistas de mi amiga rubia y no quería oír conversaciones subidas de tono a estas horas de la noche, tarde, como fuera.

—Poopey…-su tono burlón traspasaba el pequeño parlante del celular, y podía sentirlo cerca de mí, sonriendo con sorna. — ¿A que no adivinas lo que me he encontrado en mi tienda?

Joder. Y después de todo, sí se encontraba mi bolso en el lugar que menos quería haberlo olvidado. Devil’s Tattoos. Suspiré profundamente, y rodé los ojos al escuchar su risa. —No te muevas, rulitos, voy para allá.- Y al decir esto, colgué la llamada para comenzar a correr hacia la otra parte del mal. Me maldije por milésima vez y al estar parada ya frente a la tienda pude comenzar a respirar con normalidad, pero al ver la silueta del maldito ruloso que me tatuó, mi corazón se descontroló.

Su sonrisa sardónica me molestaba y a la vez hacía que algo en mi interior se revolviera, y no en mala forma, porque sus hoyuelos, eran realmente adorables. Negué con mi manera de una manera rápida e imperceptible, casi pasando por un arreglo casual de cabello, para tratar de sacar esos malos pensamientos de mi cabeza. Yo usaba a los chicos, no debía dejar que ellos me afectaran a mí de esa forma. —Así que… ¿Tú eres a la única chica rica que se le quedan sus bolsos en las tiendas o hay un grupo o club especializado en ello?-habló con burla, disfrutando el momento.

Jodido ricitos molesto. —Já já, muy gracioso, rizos de nena; ¿Eres tonto de nacimiento o te botaron de la cuna, eh?-levé una ceja, contraatacando. Dos podían jugar ese juego.

Rodó los ojos, como si hubiera sido una infantil, cuando fue él quien comenzó con el numerito. —Realmente toda una comediante, Poopey.-ese fue mi momento de rodar los ojos, caminé por delante de él, como quién fuera dueño por su casa.

—Y bien, ¿Mi bolso?-estiré mi mano manicurada, esperando con impaciencia mi pertenencia, mientras observaba como el idiota simio con rulos se cruzaba de brazos, sin apartar su jodida perfecta sonrisa. Que mergas… — ¿Y bien? ¿Dónde está? Oh, no me digas, ¿lo empeñaste ya? Sabía que estaban mal, pero no para tanto, hombre.-bromeé.

Ricitos se tensó, y me miró de una forma no muy agradable. —Esperaba que dijeras la palabra mágica, intento de Barbie.-

— ¿Palabra mágica?-pregunté levando una ceja; él asintió, realmente serio. —Está bien…-dije cansada, solo quería llegar a casa y darme una larga ducha; aparte de las grandes ganas que tenía de mear, pero ese era cuento aparte. — ¿Por favor?

— ¿Por favor qué?-dijo, ahora más sonriente, creyendo tener el control de la situación. ¡Já, ni en un millón de años!

Sonreí con malicia, levando una ceja en forma coqueta. — ¿Por favor…?-hice una pausa, sospesando lo que iba a decir. — ¿Me devuelves mi bolso, ricitos de nena?

tattoo ⇢ jarry stirlwallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora