El testamento de Don Alejo.

31 10 8
                                    

Santa Catarina N.L. 1995

Un moño negro colgado sobre la puerta de la entrada a las oficinas de una de las muchas industrias pedreras era movido por el viento.

Don Alejo Silva Villarreal había exhalado su último aliento víctima de enfisema pulmonar quince días antes, recostado sobre el lecho blanco de un hospital privado en San Pedro Garza García.

Cuando aquello sucedió causó gran revuelo en toda la región, los periódicos publicaron semblanzas y obituarios, las televisoras locales organizaron mesas de debate en las que enumeraron sus logros y las diferentes cámaras de industriales y el gobierno se pusieron en la tarea de realizar homenajes en su honor, pues Don Alejo era un personaje industrial importantísimo en el estado; él era el estereotipo del hombre Regiomontano emprendedor, visionario, exitoso y desprendido.

El señor nació en la Ciudad de Monterrey el día once de agosto de mil novecientos quince, siendo el único hijo de Don Ignacio Silva Garza y Doña Margarita Villarreal Guajardo, quienes le enseñaron desde pequeño el valor del trabajo honesto y la dedicación. Fue su padre quien fundó en mil novecientos nueve una empresa llamada: Petro Exploradora del Noreste y tras la muerte de este en mil novecientos cuarenta y cinco, Don Alejo quedó al mando junto a su esposa María Eugenia Cavazos Treviño y ambos lucharon a brazo partido por mantener el negocio a flote.

En mil novecientos sesenta y tres Doña Eugenia convenció a su marido de hacerse con una gran cantidad de tierras altas ubicadas en la Sierra de Santiago; lugar en el que ambos construyeron un pabellón para pasar los fines de semana junto a sus hijos: Mauro y Andrea, pero con el tiempo, Don Alejo tuvo una idea aún mejor y mandó levantar una serie de dieciocho cabañas y cuatro albergues con capacidades que variaban de entre para ocho y doce personas. Estas construcciones se hallaban esparcidas a lo largo y ancho de la propiedad y quedaron como una prestación más para los trabajadores de su pedrera.

***
Un automóvil Lincoln negro de modelo reciente entró rodando lentamente hasta detenerse en el estacionamiento y de él descendió el notario y amigo personal de Don Alejo llevando dentro de su maletín negro el testamento hológrafo del finado.

Buen día —saludó el hombre pasando de largo ante el módulo de la recepcionista, la cual hizo un movimiento de cabeza y le sonrió atenta mientras el licenciado se internaba en un pasillo cuyo ventanal extendido a lo largo del mismo, mostraba la explotación de la loma conocida como: CIb-190.

El notario suspiró ante las puertas dobles al final del corredor y abriendo una de las hojas penetró en el salón de juntas donde los herederos le esperaban.

Hoy es el día muchachos —anunció de buen humor, llamándolos de la misma forma que Don Alejo lo hacía a pesar de que ya los “muchachos” rondaban los cincuenta años.

Buen día —respondieron ellos al unísono sin levantarse de la silla.

El licenciado Carlos Rodríguez colocó el maletín sobre la mesa pulida y después de abrirlo y extraer el documento procedió a su lectura:

<<Yo, Alejo Silva Villarreal, por la presente y en pleno uso de mis facultades mentales manifiesto mi voluntad expresa de hacer mi testamento nombrando a mi hijo Mauro Silva Cavazos como heredero único de la empresa Petro Exploraciones del Noreste y todas sus subsidiarias, con la excepción del Petro Parque del Huajuco que quedará a mi hija Andrea Silva Cavazos junto a las torres de departamentos y oficinas.

Monterrey Nuevo León, 13 de noviembre de 1994.>>

El notario pasó a cada uno una copia certificada del documento.

DIABLO [En Pausa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora