La cabaña diecinueve.

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El arroyuelo cristalino que corría de forma paralela al camino de tierra que el auto seguía al dirigirse a la cabaña era el sitio predilecto de varias familias de venados grises, los cuales levantaban atemorizados la cabeza en cuanto algún visitante pasaba a sus alrededores.

Laura percibió de inmediato la ansiedad de Diana al verlos, por lo que tomando el reglamento interno del parque leyó en voz alta:

Regla 4, si se acerca algún venado, ten cuidado. Son animales libres que no están domesticados y si se sienten amenazados podrían lastimarte.

La chica gimoteó y se consoló llevando la cámara frente a su cara otra vez presionando el botón de disparo múltiple. El flash se activó cinco veces de manera consecutiva.

Ricardo encendió la radio, pero a esa altura no había señal de estación alguna.

—¿A qué distancia está la cabaña de la recepción? —Buscó saber Arturo.

A casi un kilómetro —respondió Richie dándose por vencido con el radio.

El Civic llegó a la primera bifurcación del camino. A mano derecha el pasaje conducía al Albergue 1 y a la cabaña 7. Ricardo continuó derecho, notando que la vía se hacía más pronunciada e irregular y en tanto más se adentraban en el bosque, el trino de las charas y pájaros azules era más intenso. Al llegar a la segunda ramificación tomaron hacia la derecha sacando con esto la vuelta a las cabañas 8, 9 y 10.

Es una suerte que no hayamos elegido la cabaña 13 porque hubiera sido un embrollo de senderos. —anunció Richie deteniéndose sobre una explanada con juegos infantiles y rodeada de vegetación frente a su cabaña.

Los chicos descendieron del auto, dejando solo a las muchachas y entraron primero para revisar que todo estuviera en orden.

Laura tomó una bolsa de plástico y ambas comenzaron a recoger la basura dentro del auto.

—¿Cómo hiciste para que tu mamá te dejara venir con nosotros?

Ella no lo sabe —dijo Diana sonriente—, ayer por la noche le pedí permiso a papá y me lo dio.

Laura suspiró, sabía que a su amiga le esperaba una tunda en cuanto regresaran.

Lo más importante era venir —Continuó la muchacha poniéndose sobre los hombros su chamarra de mezclilla—, tenía ganas de estar con Richie y este parque me parece el lugar perfecto.

Laura enarcó las cejas.

—¿Te le vas a declarar?

—¿Y por qué no? Creo que yo también le gusto.

Pero eres menor de edad y él es mayor, te aseguro que tu mamá lo metería preso.

Un pájaro carpintero de cabeza roja pasó volando a posarse sobre el tronco de un abeto y comenzó a picotear la corteza en busca de algún insecto.

Para sorpresa de Laura, Diana ignoró al ave y pudo ver en su semblante que la muchacha sopesaba sus palabras. Era cierto que Ricardo sentía cierta atracción por ella, pero también era verdad que su madre era capaz de intentar meterlo preso.

Laura se acercó y le pasó un brazo sobre los hombros.

Lo mejor es esperar algunos meses —le dijo—, en octubre cumples 18 años y estoy segura de que en cuanto los cumplas, Richie va a ser quien se te declare.

DIABLO [En Pausa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora