CAPITULO 13

80 6 4
                                    

Después de pasar unos dias en el hospital, mi madre me obligó a regresar a la escuela sin importarle que le había jurado que no regresaría hasta que Will se recuperara.

¿Se había recuperado?

En realidad no.

Los doctores pasaban horas haciendo análisis sobre lo que le pasaba a Will.

Quería desaparecer de este mundo en cuanto pudiera. Mi vida no estaba completa sin él a mi lado.

No parecía estar recuperandose, y unos días despues de ir a visitarlo perdió mucha energía, su cuerpo se debilitaba lentamente y yo solo quería estar cerca de él.

De vez en cuando iba a visitarlo, pues los doctores comenzaron a prohibirle las visitas tan seguidas por protección a su salud y a la nuestra, pero no podía soportar que estuviera sufriendo.

Hablé con su padre.

Dijo que se mudarían a Estados Unidos dentro de unas semanas debido a que Will ocupaba atenciones mayores con médicos profesionales que solo se encontraban en un hospital de Houston, pero no sabían exactamente cuanto tiempo estarían ahí.

Y así sucedió.

El vuelo salió un martes a las 8:40 p.m.

Sentía que mi corazón dejaba de latir por instantes y que nunca volvería a ser la misma de siempre.

Mi madre se preocupaba por mí cuando era la hora de comer porque dejaba siempre el plato lleno.

También cuando por las noches lo único que hacía era encerrarme en mi cuarto y tocar el violín (había aprendido a hacerlo en la escuela, pero tiempo después logré aprender a hacerlo sola).

Escribía canciones en hojas de mis libretas con figuras de flores extrañas e insectos de colores y después las arrancaba y las arrojaba al suelo de mi habitación.

Alice me mandaba textos que yo nunca le respondía de vuelta.

Destruí mi celular por arrojarlo tantas veces contra la pared y tuve que comprarme otro nuevo que también destruí.

Uno de mis hermanos se ofreció a regalarme el suyo con la condición de que no lo arrojara. Acepté pero lo arrojé una vez más dandome por vencida.

Dia y noche.

Hora tras hora.

Minuto tras minuto.

El tiempo volaba demasiado rapido pero en mi burbuja se detenía por completo.

No me presenté en la escuela por un mes entero y mis calificaciones comenzaban a afectarme.

La directora intentó hablar conmigo por que se enteró de mi problema, pero me negué a hacerlo.

No quería compartir mis emociones con nadie.

Nadie.

Pasaron unos cuantos días, me encontraba en mi habitación y hacia un frío insoportable. Me coloqué bajo las sábanas de mi cama y me eché a llorar.

Me di cuenta que tocaban la puerta pero traté de ignorarlo.

Seguían tocando una y otra vez hasta que decidí reaccionar.

-¿Quien es?

-Soy yo, amiga.

-¿Alice?- pregunté limpiando mi nariz con un pañuelo.

-¿Me permites pasar?

No quería ver a nadie ni mucho menos ser vista por alguien, pero la dejé pasar.

-¿Todo bien?- preguntó.

Ella sabía que nada estaba bien, pero siempre buscaba la mejor manera de hacerme sentir bien.

Suspiré e intenté responderle sin llorar, pero no lo logré.

-No, no lo está.

-Se cómo te sientes y también se cómo se siente Will- dijo.

-¿Qué?

-He estado hablando con él.

<<¿Era cierto?>>

-¿Qué ha dicho?

-Dice que te extraña, pero...

-¿Pero que?- pregunté con ansias.

-Prefiero que hables con el, Diana. Las cosas están muy complicadas y quiero que resuelvas estos asuntos con él.

-¿Debería llamarle?

-Deberías.

-¿Ahora mismo?

-Ahora mismo.

Suspiré

-Te dejaré sola, así podrás desahogarte, ¿de acuerdo?- dijo tomando mi mano.

-Está bien.

Sonrió.

-Si necesitas algo solo mándame un texto o llámame y estaré aquí en cuanto pueda.

-Gracias lo haré.

Nos abrazamos y me dió un beso en la mejilla.

Salió por la puerta y cuando salió de la casa pude escuchar como se encendía su coche y se marchaba.

Busqué en mi directorio telefónico el nuevo número de Will.

Me tomó aproximadamente dos minutos en encontrarlo, tomé aire y marqué.

Me contestó su padre al tercer tono.

-¿Hola?

-¿Señor Maslow? Soy Diana.

-¡Diana! No sabes lo felíz que se pondrá mi hijo cuando se entere que llamaste.

-Sí, espero que se alegre... lo extraño- le dije mostrando la tristeza que llevaba por dentro que no podía ocultar.

-¿Estás bien?

-Sí, sí, solo quisiera saber si podría hablar con él.

-Por supuesto que sí, espero que sigas bien, Diana, te echamos mucho de menos.

-Igual yo.

Esperé a que Will tomara el teléfono.

-¿Diana?

-Will...

Mis lágrimas comenzaron a caer sobre mis mejillas de nuevo.

Seguía derrotada.

-No sabes lo difícil que ha sido mi vida sin tí- le dejé saber.

-Y tu no tienes idea de cuanto te extraño.

-Vuelve.

-Eso desearía.

-Solo hazlo.

-Imposible.

-¿A qué te refieres?

Sentí en ese momento como si una gran espada atravesara mi pecho derramando mi sangre sobre el pasto seco y polvoriento.

-Los doctores dicen que tengo que quedarme para siempre, Díana. Posiblemente mi enfermedad no tenga un remedio.

-No es posible.

-Sí lo es, y me temo que no podremos seguir estando juntos.

-¿QUÉ?

-Mira, no quiero complicar tu vida, no quiero que sufras por mí, quiero que sigas adelante y dejes nuestra historia atrás. Fuiste lo más hermoso que llegó a mi vida y me siento honrado de que una mujer tan hermosa como tú haya tenido el privilegio de entrar a mi corazón.

Dejé caer el teléfono.

La línea se cortó e hice presión en mi cabeza con ambas manos, me arrodillé frente a mi cama y me eché a llorar sin parar.

Mi madre entró de prisa a mi habitación y no pudo soportar verme así. Me tomó entre sus brazos y la apreté contra mí con todas las fuerzas que me quedaban.

Mi vida definitivamente estaba acabada.

Por siempre en mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora