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Querido diario:

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Querido diario:

Emanuel y yo tuvimos una cita, y fue maravillosa. El canto de las aves acompañó nuestro camino mientras dabamos un paseo en balsa a través del lago. Sus cálidas aguas color turquesa nos recibieron cuando en un momento de libertad nos sumergimos en ellas; es curioso, no es la primera vez que nado en el lago pero nunca antes me había sentido tan libre y viva como en ese momento.

Al salir del agua nos acostamos en la hierba; los rayos de sol nos cobijaron mientras su calor combinado con la suave brisa secaban nuestras ropas. Cuando los colores naranja y rojo tiñeron el cielo nos sentamos al pie de un árbol, entrelazamos nuestras manos y disfrutamos del hermoso atardecer que poco a poco despedía lo que fue un día maravilloso, uno que vivirá en mi memoria por siempre.

Los meses pasaron a una velocidad inimaginable, el invierno estaba por terminar y el amor que sentían Hermelinda y Emanuel era cada vez más fuerte, sin embargo la ambición disfrazada de justicia terminó por alcanzarlos y Emanuel fue llamado al campo de batalla. Antes de marcharse le prometió a Hermelinda que a su regreso pediría su mano en matrimonio, y en caso de que sus padres se negaran ambos escaparían juntos.

Tristemente las cosas no siempre salen como esperamos...

Habían pasado cuatro meses desde su partida cuando Hermelinda cayó muy enferma. Durante ese tiempo diferentes médicos la trataron, todos le decían que pronto se recuperaría pero la realidad era otra. Un día mientras fingía estar dormida escuchó la conversación que tenían sus padres con el doctor.

―¿Hay algún remedio que pueda curarla? ―preguntó con esperanza mi madre.

―Lo siento, aún no hay cura para su enfermedad. No hay nada que pueda hacer por ella salvo darles estas hierbas para que le preparen un té cuando el dolor se vuelva más fuerte.

―Está seguro que no hay algo más que podamos hacer.

―Cálmate mujer, el doctor ha hecho todo cuanto ha podido ―aseguró mi padre con voz triste.

―Lo siento, sé que es difícil.

―¿Cuánto tiempo le queda? ―quiso saber mi padre.

―A este ritmo... unas semanas más, quizás un mes. Lo mejor que pueden hacer es quedarse a su lado, ella los va a necesitar.

¿Un mes?, ¿un mes es todo el tiempo que me queda...? Quede destrozada, lágrimas inundan mis ojos y mejillas. Hay tantas cosas que deseo hacer, tantas por vivir... ahora que por fin he encontrado a mi verdadero amor la vida me está siendo arrebatada y junto con ella la posibilidad de tener una familia, ver crecer a mis hijos y envejecer al lado de Emanuel. Dios, ¿por qué?

Los dolores en estos días se han vuelto insoportables, no se cuanto tiempo ha pasado, ya ni siquiera diferencio la noche del día. Mi madre no lo hace frente a mí pero puedo ver en sus ojos lo mucho que ha llorado. «Dios dame la fuerza para seguir adelante.»

Recuerdos al amanecer✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora