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La lluvia cae con gran fuerza a nuestro alrededor, pero ninguno de los dos se mueve, sólo nos observamos el uno al otro

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La lluvia cae con gran fuerza a nuestro alrededor, pero ninguno de los dos se mueve, sólo nos observamos el uno al otro. De pronto él camina en mi dirección e instintivamente doy unos pasos hacia atrás.

―No debes temer ―asegura―. Christian está bien, sólo he tomado prestado su cuerpo. Te prometo que cuando todo esto termine él regresará a la normalidad.

―¿Todo esto? ―mi voz es un susurro apenas audible.

Una media sonrisa aparece en sus labios ―sé lo que ustedes dos han estado haciendo ―saca de su bolsillo el anillo que Christian me había mostrado antes―. Han intentado ayudar a alguien que sólo les ha causado problemas, gracias por eso.

―No hemos hecho nada, ni siquiera la hemos podido encontrar ―digo avergonzada.

―Han hecho más de lo que crees ―Emanuel observa nuevamente la casa.

―¿Qué fue lo que les pasó? ―me atrevo a preguntar.

―Han hecho tanto por nosotros que es justo que escuchen el resto de la historia...

»Yo... sabía que ella me ocultaba algo. En sus últimas cartas se mostraba feliz por mi regreso, pero, había algo en sus palabras que me inquietaba. Me hacían sentir como si se estuviera despidiendo. Era una sensación extraña, pensé que sus padres se habían enterado de nuestros planes para escaparnos juntos―. Toma aire antes de continuar ―quería regresar a su lado lo más pronto posible, sin embargo, mi deber como soldado era estar en el campo de batalla... Nunca imagine la lucha a la que ella se estaba enfrentando.

»En una de sus últimas cartas Hermelinda escribió: es maravilloso saber que sin importar lo que pase, puedes encontrar la felicidad si te lo propones ―lo veo cerrar sus ojos y con sus manos formar puños―. La batalla fue muy dura, fue difícil ver caer a tantos amigos. Sólo la esperanza de volver a verla y tenerla entre mis brazos me mantuvo vivo en ese infierno.

»Estaba feliz cuando la guerra terminó. Ya no había nada que nos separara. Por fin podíamos estar juntos... ―nos quedamos en silencio, el único sonido que se escucha es el de la lluvia al caer.

»Lo tenía todo planeado. Nos encontraríamos antes del amanecer en medio del puente, y cuando los primeros rayos de sol aparecieran: me arrodillaría ante ella para pedirle matrimonio. Entonces Hermelinda aceptaría con esa sonrisa suya que tanto amo y comenzaríamos una nueva vida juntos―. Sus ojos se llenan de lágrimas ―pero llegue tarde..., muy tarde... ―incapaz de controlarse comienza a llorar.

Sin saber que hacer digo lo primero que se me viene a la mente ―no fue tu culpa. No sabías lo de su enfermedad.

Niega con la cabeza ―yo debí protegerla.

Después de tranquilizarse me pide acompañarlo, ambos caminamos en silencio bajo la lluvia que poco a poco se va convertido en llovizna. Nos detenemos en medio del puente, y como es su costumbre mira hacia el horizonte, o mejor dicho hacia la casa que una vez perteneció a su amada.

―Habían rumores acerca de un grupo de rebeldes que se estaban agrupando en este pueblo para atentar contra el gobierno. Esa fue la razón por la que me enviaron aquí―. Una tímida sonrisa aparece en su rostro―, todas las madrugadas después de patrullar las calles me detenía en este lugar para observar el amanecer, pero eso cambió después de conocer a Hermelinda. Era imposible verla desde esta distancia pero saber que estaba ahí... me hacía feliz ―por primera vez veo un brillo de felicidad iluminar sus ojos. De alguna forma puedo imaginarlo parado aquí con su uniforme de soldado, mirando con anhelo la casa de su amada.

»Nunca le conté esto a nadie ni siquiera a Hermelinda, y no creo que ella lo recordará pero, la primera vez que nos encontramos no fue en la fiesta del alcalde.

―¿No? ―pregunto confundida.

Niega con la cabeza ―la primera vez que nos vimos Hermelinda había ido a visitar a su tía. Tenía 11 años, mi mejor amigo y compañero de toda la vida un perro de nombre Blanquinegro había muerto. Lo acababa de enterrar y estaba llorando ―dice avergonzado―. Sin conocerme y sin decir nada acarició mi cabello, colocó un diente de león encima de la tumba de Blanquinegro, y esperó pacientemente hasta que deje de llorar; ese gesto nunca lo olvide. Desde entonces comencé a observarla desde lejos porque no me atrevía a hablar con ella, estaba avergonzado de que me hubiera visto llorar. Cuando me enviaron aquí y nos encontramos en la fiesta no podía creerlo, necesite de todo mi valor para hablar con ella.

»Fue muy difícil convencerla de salir conmigo, porque Hermelinda les tenía un gran respeto a sus padres y ambos sabíamos que yo no era lo que ellos querían para su única hija. Sin mencionar que al ser una mujer de decisiones firmes era muy difícil hacerla cambiar de opinión. Necesite de toda mi paciencia y habilidad para conquistarla.

»Cuando finalmente me aceptó nos veíamos a escondidas―. Su rostro parece divertido cuando continúa ―antes de hacer mis rondas pasaba por este lugar. Si había una luz o mejor dicho una vela encendida en su ventana: significaba que podíamos vernos―. Su semblante se ilumina ―en una ocasión habían varias velas encendidas. Estaba confundido no sabía que significaba. Cuando le pregunté qué había pasado, sus mejillas se tiñeron de un hermoso color rosado y con voz temblorosa respondió: significa que "te extraño y quiero verte incluso en mis sueños..." Supongo que esa es la razón por la que después de perderla continué viniendo aquí; aún tengo la esperanza de ver una vela encendida.

Me muerdo el labio intentando contener el llanto. ―No llores ―con su pulgar limpia las lágrimas rebeldes que recorren mis mejillas―. ¿Te parece bien si continuamos? ―asiento. Con un suave movimiento extiende su mano para que continúe caminando.


―Este lugar es... ―me detengo en seco cuando noto que nos dirigimos al cementerio.

―Es momento de que se lo entregue ―en su mano sostiene el anillo.

No lo voy a negar estoy asustada, quién sabe lo que nos espera al entrar en ese lugar, pero..., tampoco puedo dejar solo a Christian.

―No te preocupes, todo estará bien ―dice ante mi evidente miedo―. Sé que es difícil pero puedes confiar en mí.

Ya ha parado de llover pero el cielo aún está nublado; ¡Rayos, quiero irme a casa! Respiro profundo―. Está bien ―digo nerviosa. Sujeto la mano de Christian y eso me tranquiliza un poco. Emanuel sonríe, y así tomados de las manos entramos juntos al cementerio.

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Tengo varios sentimientos encontrados, esta es mi primer historia y está llegando a su fin, una parte de mi no quiere que termine pero la otra quiere saber el final x ).

Este capítulo me resultó interesante de escribir porque podemos conocer un poco más acerca de Emanuel, sus miedos, su amor por Hermelinda y lo difícil que le resultó perderla.

Personalmente disfrute mucho la parte de las velas, creo que fue un momento muy personal y romántico entre ellos, ¿ustedes qué opinan? Me encantaría leer sus comentarios ♥.

Gracias por su apoyo, ¡hasta el próximo ^-^!


Recuerdos al amanecer✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora