Tonterías.

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17 de Junio, 1986, 17:11 pm.

La oficina de la directora Munch en la escuela de Harry era un lugar lo suficientemente grande como para que entraran seis personas de pie, pero si Severus se sentía totalmente asfixiado en ese momento, culparía por completo a Vernon y Dudley Dursley y su obesa complexión; tal vez, si agudizaba su olfato, sería capaz de sentir el hedor a estiércol típico en los cerdos de granja. Severus no discriminaba a nadie por su físico, por supuesto, pero al maldito niñato que torturaba mentalmente  (y física, aunque Harry no había querido admitirlo por vergüenza) a su mocoso merecía cada mirada de asco mortal de su parte; y su padre también, que lo miraba a él y a Remus como si fueran una pila de desechos en medio de su sala de estar, en su alfombra favorita.

Remus se encontraba en una de las sillas frente al escritorio con Harry en su regazo, mientras Vernon Dursley estaba en otra de las sillas, al igual que el niñato con cara de idiota. Severus decidió quedarse de pie detrás de Remus, con los brazos cruzados sobre su pecho y una mirada de indiferencia siempre que su mirada no se conectaba con la de los Dursley. El silencio en el lugar era tan tenso que podría cortarse con los dedos, y así los encontró la directora, que entró luego de unos minutos, seguida de una mujer alta y delgada.

Severus no pudo evitar la risa en voz alta cuando reconoció a la mujer, que al parecer también lo había reconocido a él a juzgar por la mueca de horror y asco que se instaló en su huesudo rostro.

—¡Tú!— La directora Munch y los Dursley se sobesaltaron ante el grito de la mujer, al igual que Harry, aunque tanto Remus como Severus miraban fijamente a la delgada mujer.—¡Debía imaginarme que un fenómeno como él estaría con otro peor, como tú!

La directora Munch había caído al suelo de un momento para otro, desmayada, y Petunia Dursley gritó, acercándose a su para nada pequeño cerdo humanizado, tratando de protegerlo vanamente detrás de ella. Remus casi reprocha a Severus por lanzar el silencioso desmaius a la inocente mujer, pero luego de sentir cómo su cachorro se estremecía sobre él, decidió que era lo mejor. Envolvió a Harry en sus brazos y lo calmó con suaves palabras, y dejó un beso en su frente cuando el niño se apoyó contra él, más tranquilo.

—Y yo, Tuney, debía imaginarme que una fracasada como tú era capaz de...— Envió una mirada de asco al niño detrás de su madre, mirándolo con miedo.—... arruinar a un niño tan pulcramente. Déjame adivinar.— Severus habló en voz baja, dando dos pasos hacia delante, mirando con superioridad a la temblorosa mujer.— Has visto a Harry y lo has reconocido, ¿verdad? Lo has reconocido, y aún, ya siendo madre y estando casada, sigues siendo una pobre muggle más con una hermana mágica y muchísimo mejor que tú. ¿Es eso? ¿Siguen siendo celos de niña estúpida, que además has traspasado a tu descendencia? Ni siquiera puedo decirte que me sorprende: me espero cualquier cosa de ti, y ninguna de ellas se aleja mucho del fracaso y la patética vida que por supuesto llevas.

La oficina quedó en un frío silencio, con Vernon Dursley enrojecido como un tomate por la ira, y su esposa viendo con odio a Severus. El pocionista sonrió asquerosamente, y cuando estaba por despertar a la directora, Petunia se enderezó, con una sonrisa ganadora.

—Si no te has dado cuenta, Snape, tu querida Lily, ¡está muerta!— Gritando lo último, se rió como si fuera uno de los mejores chistes del mundo. Su esposo e hijo le siguieron la risa, pero callaron con rapidez cuando escucharon un feroz gruñido por parte de Remus, que miraba con los ojos cada vez más oscuros a Petunia.—Como siempre tuvo que estarlo. Fenómenos como ella, su esposo y su hijo deberían de no existir, directamente.

Severus escuchó un pequeño quejido de dolor de Harry, pero su mirada de hielo seguía sobre Petunia. Sonrió nuevamente, inclinándose hacia ella.

—Y eso, Tuney,— dijo con voz suave.—es aún más triste. Lily, estando muerta, sigue siendo muchísimo mejor que tú, desperdicio de oxígeno.— Observó cómo el rostro de Petunia palidecía mientras escuchaba sus palabras, y deseó reír con lo fácil que era afectar a esta mujer con simples palabras.—¿Quieres un consejo? Muérete, tal vez podrías servir como alimento para los cerdos que crías. Tal vez así, y sólo tal vez, tu existencia habría valido la pena, aunque déjame decirte que lo dudo mucho.— Severus se alejó, y mandó una mirada a Remus, que se levantó con un triste Harry en sus brazos. El niño extendió los brazos hacia Severus y él no dudó mucho en cargarlo. Volvió su vista hacia Petunia, que miraba con odio al niño, y negó con la cabeza.—No seas tan estúpida de odiar a un niño, Petunia. Él no ha hecho nada.— Sonrió levemente.—Aunque sí es muchísimo mejor que tú, y con cinco años.

Abandonaron la oficina un momento antes de que la directora Munch despertara, desorientada, frente a la familia Dursley bastante enojada.

Luego de la cena.

Harry sonrió luego de que Luni le haya dado su beso de buenas noches, y sonrió aún más cuando Sev entró en su habitación un momento después. Sev le revolvió el cabello en un intento de peinarlo y luego lo arropó, y Harry suspiró, feliz.

Mientras Luni se sentaba en una silla cerca de la cama, Sev lo hizo elegir entre dos libros para la lectura de esa noche, y luego se dispuso a leer el elegido a un lado de él, sentado sobre las mantas y con la cabeza de Harry apoyada sobre su pecho. Escuchando la voz de Sev, observó el relajado rostro de Luni, que le guiñó el ojo con una sonrisa cuando sus ojos conectaron.

¡Fui un tonto! Pensó Harry, pasando su brazo sobre el estómago de su Sev y apretando suavemente, respondiendo la sonrisa de Luni. Dudley es el tonto, al igual que su mamá y su papá. Sev y Luni me quieren mucho, y yo los quiero mucho, y esa es la verdad. Harry volvió a suspirar mientras cerraba los ojos, entrando en la inconsciencia escuchando la profunda voz de su tutor y con una tonta sonrisa en su rostro.

Cuando Severus estuvo seguro de que Harry estaba profundamente dormido, tanto él como Remus abandonaron la habitación del pequeño en silencio, dirigiéndose a la suya propia.

—Pensé que hechizarías a Petunia.— Remus comentó, mientras se sacaba su suéter. Cuando se lo quitó, lo dejó a un lado y negó con la cabeza.—No creía que realmente odiaba a Lily.

—Una idiota más.— Severus se estiró levemente, sintiendo el cansancio adueñarse de sus músculos.—Además, ¿quién dijo que no la hechicé?

—¿Qué le hiciste?

Severus sólo sonrió ante la pregunta de Remus, encogiéndose de hombros.

Una Historia Diferente [Severitus]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora